Armada de Barlovento

Marco Villa

 

En 1635 nace la poderosa flota naval para resguardar las riquezas del imperio español en el Caribe y golfo de México.

 

 

Embarcada de lleno en su empresa de mantenerse como el imperio más poderoso del mundo, la monarquía hispánica concibió la idea de crear una flota de embarcaciones fija en las costas del Caribe en la recta final del siglo XVI, con el fin de que protegiera sus posesiones ultramarinas en la zona del avance de los franceses e ingleses, así como de los ataques piratas.

 

El comercio transcontinental, las rutas de navegación interoceánicas, los puertos y ciudades americanos, africanos y asiáticos bajo su control llevaban ya mucho tiempo expuestos a los robos, saqueos y nichos de corrupción que mermaban la producción colonial de España; además, el problema iba en aumento. Aquella no era una idea nueva, pero sí fracasada, toda vez que desde mediados de dicha centuria había flotas sobre el mar Caribe y en los puertos antillanos, las cuales tenían como principal problema su manutención y que solo eran útiles en tiempos bonancibles. Ya no se diga para mantener la numerosa tripulación que necesitaba.

 

La materialización de “la armadilla”, como también se le conoció para distinguirla de la Armada Real Española y otras de gran calado que navegaban en la zona, se prorrogó por algunas décadas más porque las prioridades reales apuntaban a otros horizontes políticos y económicos relacionados con la preservación del poderío ibérico en el mundo. Pese a ello, sí se destinaron recursos para la construcción de las naos, galeoncetes, pachetes, zabres y otras embarcaciones que serían botadas al mar para echarla a andar.

 

A todas luces, era una costosísima iniciativa que las islas de Barlovento (al parecer integradas por Cuba, La Española, Jamaica, Puerto Rico, Guadalupe, Curazao, Margarita y San Martín) y los habitantes de las poblaciones aledañas al golfo de México y hasta la de la capital del virreinato tendrían que costear por instrucción real.

 

Nace la Armada de Barlovento

 

Finalmente, el decreto que avizoró su nacimiento quedó registrado en una real cédula del 4 de mayo de 1635, cuando el virrey Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralbo, gobernaba Nueva España. Según ese documento, él también quedaría al mando de la Armada de Barlovento. Ambiciosos como el gran imperio que eran, le adjudicaron sus primeras tareas: perseguir a los piratas, escoltar a los buques de la flota y los galeones comerciales y desalojar a los enemigos establecidos en las posesiones ultramarinas.

 

Pronto sus tareas se diversificaron y ahora trasladarían los salarios para pagar la construcción de fortalezas y la manutención del personal utilizado en las guerras libradas en la región antillana, además de transportar a quienes eran condenados a trabajos forzados en las obras públicas del rey. Cuando eran tiempos de intensa guerra y la Corona española otorgaba patentes de corso, aumentaban las naves y en consecuencia la vigilancia.

 

Salvo instrucciones especiales, sus embarcaciones y arsenal fondeaban en Veracruz. Además, la Armada de Barlovento solía permanecer inactiva de septiembre a abril, época en que los nortes hacían imposible su salida del puerto, razón también por la que a la larga fue más útil en las funciones económicas y de intercambio cultural en la región.

 

Varios episodios militares importantes marcaron su intrincado devenir que no siempre pudo contener a los piratas, hasta que finalmente desapareció hacia finales del siglo XVIII, acompasada por la decadencia del imperio español. Desde entonces, los vientos de barlovento ya no soplarían más a favor de ellos.

 

 

El artículo "Armada de Barlovento" del autor Marco Villa se publicó en Relatos e Historias en México número 118. Cómprala aquí