1994 El año que cambió a México

El desafío del levantamiento zapatista

Arno Burkholder

Uno de los momentos más importantes en la historia contemporánea ocurrió cuando este país que, de acuerdo con el discurso oficial, parecía destinado a convertirse al mismo tiempo en una potencia económica y una democracia en ciernes, de pronto vio cancelados sus sueños. Los fantasmas de una guerra civil, un magnicidio y una profunda crisis económica revivieron para dejarle claro a México que antes de aspirar a un gran futuro tenía que saldar sus cuentas con el pasado.

 

De todos los acontecimientos ocurridos durante aquel 1994, los fundamentales fueron: la sublevación zapatista en el estado de Chiapas, la lucha por la sucesión presidencial (que incluye el asesinato del candidato del PRI Luis Donaldo Colosio) y el derrumbe de la economía mexicana luego de años de crecimiento y de la firma del proyecto económico más ambicioso en mucho tiempo: el Tratado de Libre Comercio.

A las cero horas del primero de enero de 1994, tropas pertenecientes a lo que después fue conocido como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional tomaron las cabeceras de los principales municipios del estado de Chiapas. En su primer documento público, la “Declaración de la Selva Lacandona”, el EZLN le declaró la guerra al Estado mexicano y al presidente Carlos Salinas de Gortari, a quien consideraban un dictador.

Con una estructura que recordaba los planes políticos del siglo XIX y principios del siglo XX, la “Declaración…” señalaba que el EZLN se consideraba heredero de una serie de luchas que venían desde el origen del Estado mexicano. Para el EZLN la historia de México siempre había sido una confrontación entre los pequeños grupos que poseían toda la riqueza y la inmensa mayoría del pueblo, que veía pasar las décadas sin que su situación mejorara.

Los orígenes del EZLN estaban en el conflicto estudiantil de 1968 y la guerra de guerrillas de los años setenta. Un grupo conocido como el Frente de Liberación Nacional se estableció en Chiapas desde finales de esa década y comenzó a trabajar con las comunidades indígenas. Para esos años y durante los ochenta, Chiapas fue un sitio problemático en el que se combinaban la pobreza ancestral, la influencia de grupos religiosos (desde la teología de la liberación, el protestantismo y hasta grupos musulmanes), miles de refugiados que huyeron de Guatemala durante su guerra civil y la presencia cada vez mayor de narcotraficantes.

El EZLN se proponía cambiar esa historia levantándose en armas para tomar el poder y crear así un gobierno “libre y democrático”, que satisficiera las necesidades de los enormes sectores mexicanos a los que la modernización había abandonado.

Para finales del siglo XX, Chiapas era el estado más pobre del país, de acuerdo con los datos del INEGI: dos de cada cinco chiapanecos tenían hambre, uno de cada tres no sabían leer ni escribir, el 75% de su población no tenía ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas, 1.2 millones de habitantes no tenían agua potable, 1.5 millones no tenían casas con piso firme y un millón no contaban con drenaje.

Sin embargo, el gobierno no los había abandonado del todo. Chiapas era el estado con más comités del Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol), el gran plan de desarrollo social aplicado durante el gobierno salinista para distribuir recursos a las zonas más afectadas del país y que de ese modo ya no recurrieran a los apoyos que antes les brindaba el gobierno a través del PRI y los gobiernos estatales.

El gobierno ya sabía de la existencia del EZLN desde mayo de 1993, cuando una patrulla del ejército tuvo un enfrentamiento con miembros de la guerrilla. Sin embargo, y a pesar de que fortalecieron la presencia de los programas sociales en Chiapas, no pudieron evitar que la sublevación los tomara por sorpresa. Esa madrugada la gran noticia debía ocurrir en el norte del país, cuando al fin comenzara a funcionar el gran proyecto económico salinista: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Pero la historia al final fue muy diferente.

El EZLN, a pesar de contar con miles de integrantes, no tenía la fuerza militar suficiente para vencer al ejército mexicano. La guerra como tal no duró más allá de diez días aunque tuvo incidentes muy graves, como el enfrentamiento ocurrido en el poblado de Ocosingo. Sin embargo, el conflicto rápidamente se transformó en un enorme problema político que hizo muy complejo el final del gobierno de Carlos Salinas de Gortari.

Al momento de enterarse de lo que pasaba en Chiapas, el presidente Salinas ordenó a la Secretaría de la Defensa Nacional que se ocupara de la situación. Para ese momento los zapatistas ya habían atacado el cuartel de la XXXI Zona Militar y secuestrado al exgobernador chiapaneco Absalón Castellanos. Días después ocurrieron atentados en otros estados de la República como Puebla y Michoacán, además de que un coche estalló en el estacionamiento de un centro comercial en la Ciudad de México.

Al principio, el gobierno salinista declaró que la sublevación era producto de mercenarios extranjeros, pero con el paso de los días quedó claro que a pesar de la evidente superioridad militar del ejército mexicano, chocar con los indígenas sublevados habría sido un enorme error.

Para ese momento el EZLN ya contaba con un líder que empezaba a hacerse famoso en todo el mundo: el subcomandante insurgente Marcos. Un hombre que no era indígena y que rápidamente se volvió el portavoz de su movimiento. Con una prosa que llamó la atención, Marcos se dedicó a denunciar el atraso en el que vivían los indígenas no solo de Chiapas sino de todo México, lo que le permitió conseguir miles de seguidores en todo el país y en el exterior.

Con el paso de los días fueron más las voces que exigieron un alto al fuego y que el gobierno negociara con los guerrilleros. El gobierno federal ya había ofrecido terminar con las operaciones militares a cambio de que los sublevados entregaran las armas, además de que el secretario de Gobernación Patrocinio González Garrido (exgobernador de Chiapas de 1988 a 1993) fue destituido para poner en su lugar a un abogado llamado Jorge Carpizo, quien tenía una mejor reputación que el anterior.

Sin embargo, la medida más importante tomada por el gobierno salinista y que a la larga le provocaría otro problema durante la sucesión presidencial de ese año, fue el nombramiento de Manuel Camacho Solís como comisionado para negociar con los zapatistas. Camacho era secretario de Relaciones Exteriores, luego que no fue “destapado” como candidato del PRI a la presidencia de la República. Salinas prefirió mantener cerca a Camacho como miembro de su gabinete; aunque este, rompiendo con las convenciones del sistema político mexicano, protestó por no haber sido elegido como candidato. Para Salinas era importante que el grupo que gobernaba México con él se mantuviera unido, por eso le ofreció el puesto de canciller.

Cuando estalló el conflicto zapatista, Camacho convenció a Salinas de que había que aplicar una solución pacífica a la sublevación. Salinas estuvo de acuerdo. En ese momento, en el que México brillaba en el mundo como un país que abrió su economía y empezaba a democratizarse, acabar por la fuerza con el zapatismo habría destruido su imagen ante el exterior. Camacho además había sido el gran operador político de Salinas mientras fue regente de la Ciudad de México, por lo que sabía cómo negociar con los diferentes grupos políticos del país. La decisión de nombrar a Camacho comisionado en Chiapas parecía una buena solución, pero a la larga provocaría un serio conflicto con el candidato a la presidencia del PRI, Luis Donaldo Colosio.

 

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