La Mujer Mexicana fue una revista que en el Porfiriato representó las aspiraciones femeninas de integración social y laboral al México de esos años. El grupo de maestras que impulsó esta publicación hizo suyos los ideales de progreso de la época y delineó claramente una conducta de superación femenina cuando la abnegación era considerada una virtud que debía cultivarse.
Las fundadoras de La Mujer Mexicana (1904-1906), Dolores Correa Zapata y Luz Fernández viuda de Herrera, así como sus colaboradoras, entre ellas Laura Méndez de Cuenca, eran maestras de renombre y pertenecían a ese pequeño sector pionero en el desarrollo profesional de la mujer. Entre sus objetivos se contaba el de mejorar la situación femenina a través de la promoción de una educación práctica y moral que permitiera a las mexicanas sortear los avatares de la vida y promoviera su incorporación al desarrollo nacional. Así, las cuestiones a tratar proyectarían una imagen de la mujer coherente con estos propósitos y con el de combatir las deficiencias de la educación que se les impartía.
Si bien existieron secciones femeninas en revistas y periódicos, e incluso publicaciones dedicadas exclusivamente a las mujeres, como El Álbum de la Mujer o Violetas del Anáhuac, la originalidad de La Mujer Mexicana radicó en su carácter instructivo y progresista. Sus directoras publicaban orgullosamente en la portada que era “dirigida y redactada sólo por señoras y señoritas”.
La falta de preparación de las mujeres había sido causante de sufrimientos y penurias cuando no contaban con protección o sostén para su propia manutención, ya que no desempeñaban un rol social valioso y no tenían medios para subsistir por su cuenta, salvo que se lanzaran a la indigencia o a la prostitución en caso de quedar desamparadas, sin la tutela masculina.
La superación personal que estas pioneras buscaban para las mujeres mexicanas se propugnaba por medio de un lenguaje florido y recatado pero convincente. Su ideal moral no era sólo el de una mujer preparada y activa, también el de un comportamiento pudoroso y correcto, por lo que en sus páginas alertaban sobre las secuelas de la conducta de las coquetas, fanáticas, consentidoras, presuntuosas, frívolas e ignorantes. En contraposición a estas actitudes, exaltaban las cualidades de la mujer ilustrada cuya preparación contribuiría a su engrandecimiento personal y al de la patria.
Las secciones que en otras publicaciones femeninas de la época trataban con frecuencia cuestiones relacionadas con modas o consejos de belleza casi no existían en La Mujer Mexicana. Y ¡qué decir de temas como el sexo o el adulterio!, que representaban un tabú a principios del siglo XX en nuestro país. Tampoco se tocaban cuestiones políticas; si acaso, algunas lecciones de historia patria a través de apologías de los héroes oficiales.
Por sus páginas desfilaron don Miguel Hidalgo, el gran héroe de la patria, Josefa Ortiz de Domínguez, por su invaluable aportación a la independencia de México, y otras figuras públicas de gran valía. Un especial reconocimiento se concedió al Benemérito de las Américas, Benito Juárez, a quien el género femenino debía estar muy agradecido porque, al promulgar el matrimonio civil en sus Leyes de Reforma, había puesto la primera piedra en la regeneración de la mujer.
Según esta revista, un obstáculo que presentaba una barrera infranqueable para el progreso de la mujer era la deficiente educación que se le proporcionaba fuera de la escuela primaria, después de la cual los padres de familia no volvían a ocuparse de su ilustración. En lugar de prepararlas con una sólida instrucción, por lo general las animaban a aprender unas cuantas manualidades o a tocar algunos instrumentos musicales. Estos “ornatos” de las muchachas ocupaban un lugar que debería dedicarse a conocimientos de mayor solidez y utilidad.
La otra causa de rezago de las mujeres era la ausencia general de carácter que las costumbres y la sociedad les habían impuesto, al enseñarles que el retraimiento, la timidez y la abnegación eran cualidades que debían cultivar. De esta manera, de acuerdo con La Mujer Mexicana, se le había convertido en un ser pasivo, indefenso e incapaz que, al no valorarse a sí misma como persona activa y social, era incapaz de conquistar un lugar más digno en la sociedad.
La solución a estos males era el feminismo, el cual estaba tratando de emancipar a la mujer en toda Europa a mediados del siglo XIX y principios del XX, y que estas maestras trataron en cierta medida de difundir en México. Desde luego, era una tímida imitación de las doctrinas más combativas política y socialmente en otros países. Para ellas, la emancipación de la mujer consistía en la educación de sus facultades, en su preparación para avanzar y contribuir al progreso humano…
Así, en persecución de sus ideales las integrantes de la revista formaron una sociedad feminista dirigida al perfeccionamiento físico, intelectual y moral de la mujer, al cultivo de las ciencias, las bellas artes y la industria, además de promover el auxilio mutuo entre sus miembros. Para lograr estos fines invitaban a sus lectoras de la ciudad de México y de toda la República a enviar sus escritos y formar nuevos círculos feministas y bolsas de trabajo.
Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "Pioneras del feminismo" de la autora Isabel Tovar de Teresa, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 41.