Evaristo Madero y sus descendientes tuvieron a Monterrey como uno de sus principales núcleos de operaciones. La capital nuevoleonesa fue escenario de la intervención familiar en numerosas empresas, aunque algunas se ubicaban en otros lugares del noreste mexicano.

En la conformación de la burguesía regiomontana finisecular conviene perfilar dos aristas: a) muchos de los entrelazamientos entre las familias prominentes se efectuaron por medio de matrimonios; b) pero debe insistirse que, en la medida en que se requerían nuevas asociaciones, las articulaciones se materializaron en el ámbito del capital. Familias y empresas, pues, convergieron desde ambos ángulos. Los Madero no fueron, por lo tanto, una excepción: todo lo contrario. Quedó demostrado desde la fundación del Banco de Nuevo León: además de los ilustres e ilustrados hermanos Villarreal, entre los accionistas sobresalían personajes como Adolfo Zambrano y Francisco Armendaiz, integrantes de dos de las más poderosas familias de la burguesía regional.

Ya fuese por las redes familiares (no solo directas, sino también indirectas: al unirse a los González Treviño, los Madero quedaban vinculados en segundo grado con los Zambrano o los Sada Muguerza), ya por asociaciones de tipo empresarial, o por ambos senderos a la vez, Evaristo Madero y sus descendientes, desde su reinstalación en Monterrey, pasaron a articularse con un empresariado de comprobado peso en la economía del noreste.

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