Las prácticas animistas y curativas de los indios de Sonora, tenidas por los misioneros como magia y hechicería, pervivieron durante buena parte del periodo colonial, pese a los esfuerzos de dichos religiosos por erradicarlas.
Una historia edificante
Hacia mediados del siglo XVII, en la provincia de Sonora y Sinaloa se produjo una sequía excepcional. No llovía ni gota, pese a que la estación de secas había quedado ya muy atrás y la de aguas estaba tan aventajada que poco o nada le faltaba para llegar a su término. Pero lo raro del caso era que no pasaba día sin que el cielo se viera surcado de negros nubarrones y hasta tan encapotado que amenazaba con venirse abajo. El diluvio, no obstante, no sobrevenía, de modo que el firmamento volvía a despejarse y el sol se asomaba de nuevo radiante, aunque tan sólo por unos instantes porque el cielo, otra vez turbulento, se ensombrecía una vez más incluso mucho antes de que cayera la noche y sólo volvía a clarear hasta el nuevo día.
Más insólito, sin embargo, era el acontecimiento que subyacía a tan acusadas inclemencias del tiempo. Ocurría que dos hechiceros se hallaban en competencia. Mientras el primero hacía despliegue de su capacidad sobrenatural para atraer los negros nubarrones hasta el centro de la provincia, el segundo lograba desviarlos hacia el mar, echando mano de sus excepcionales poderes mágicos. Enterado un misionero de tan singular enfrentamiento, urgentemente se dio a la tarea de llevarlo a su término, no sin dejar de dar una buena lección a los hechiceros. Les dijo que el llover o no llover sólo estaba debajo de la mano de Dios y, para probarlo, llamó a la iglesia a todos los niños de las proximidades para que, simultáneamente, en coro le cantaran un himno al Señor. Al finalizar el canto, empezó a llover sin parar en todo Sonora y Sinaloa.
Es de suponer que la fantasía no perseguía otro propósito que el de enaltecer la conducta del misionero, quien de manera ejemplar llevaba a su fin a la misteriosa sequía, al tiempo que infundía en los hechiceros “sentimientos piadosos y propósitos de enmienda”, pese a su extraordinaria capacidad para hacer el mal por medios sobrenaturales. Pero lo más sorprendente del caso, como veremos adelante, era que, al margen de la fantasía, en el mundo real el poder inmaterial que los misioneros se atribuían a sí mismos era desafiado de continuo por el que los propios misioneros reconocían en los indios que tenían por hechiceros.
¿Quiénes eran estos indios?
Es sabido que en Europa las creencias en la brujería, la hechicería y el demonismo “alcanzaron su punto culminante en los siglos XVI y XVII”, y que los españoles, en particular los misioneros de la Compañía de Jesús, llevaron esas creencias a Sonora, donde aplicaron los términos hechicero y curandero a los indios que sobresalían por la práctica de sus atributos espirituales y curativos. Esto era así porque no veían en ello más que el ejercicio del arte de la magia, el cual asociaban con la propensión de dichos indios a obrar maleficios con ayuda del demonio. La acusación que en este sentido hicieron reiteradamente a los que llamaron curanderos, y la persecución consiguiente que emprendieron en su contra, sin embargo, no tenía que ver sólo con el oficio que desempeñaban, sino también con el hecho de que, en defensa de sus connaturales, contribuían poderosamente al rechazo de éstos a los propósitos de los propios misioneros de suprimir sus valores y costumbres tradicionales, para imponerles, a cambio, la práctica del cristianismo y las formas de vida de los españoles.
A continuación nos proponemos abordar el conflicto sociocultural antes señalado. Trataremos de probar la hipótesis de que la empresa misional de la Compañía de Jesús en Sonora, lejos de realizar con eficiencia sus fines espirituales, abría amplias posibilidades a los grupos indígenas de esa provincia para desafiar la dominación que los españoles pretendían imponerles por medios básicamente religiosos. En este sentido, debemos insistir en nuestro interés de poner énfasis en el papel desempeñado por los curanderos en oposición a la conquista espiritual española en Sonora.
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Curanderos contra conquistadores