El monumento controversial a Hernán Cortés en Coyoacán

Marco A. Villa

No era difícil advertirlo, pero inmortalizar a Hernán Cortés en bronce sería no solo polémico, sino profundamente divisivo. Más aún porque su efigie se alzaría en un espacio privilegiado de las céntricas inmediaciones de Coyoacán, el lugar que el conquistador eligió para vivir y donde además se asentó el primer gobierno español conformado después de que terminara la guerra de conquista de México-Tenochtitlan en 1521.

 

Era también el sitio donde Cortés quiso que algún día llegaran sus restos. Por si fuera poco, la Malinche, símbolo de la traición para muchos mexicanos, sería parte de la obra, al igual que Martín, el hijo de ambos. En los flancos posarían un león con las fauces abiertas y una briosa águila, que representaban al imperio español y a los mesoamericanos, respectivamente.

Era 1982 cuando la administración del presidente José López Portillo tuvo la idea de erigir tal conjunto escultórico que representara al mestizaje, aunque otras versiones dicen que fue mandado hacer por el delegado coyoacanense de entonces, Leopoldo Sánchez Duarte. Al final, ambos personajes quedarían implicados en su realización y hasta se afirmó que el funcionario local quería congraciarse con el presidente saliente, reconocido por su filiación hispanista. Quien sea que haya gestado la idea, comisionó su realización al escultor español Julián Martínez Soros (uno de los niños de Morelia). Por cierto, el artista usó como modelo de Cortés al actor asturiano Germán Robles, aprovechando tal vez que este, en 1974, había trabajado en un filme interpretando también al conquistador –aunque este se tituló Hernán Cortez, con z–.

Pero desde su inauguración el monumento solo azuzó la polémica porque evocó más a la guerra de conquista que al mestizaje. Los hispanistas y sus contrapartes se enfrascarían rápidamente, y una vez más, en el longevo debate de si honrar o no la figura del conquistador y de paso también la de Malintzin, quien aparecía en el conjunto portando un vistoso huipil. Para unos, reconocer a Cortés como fundador de la nación mexicana era un error, pues representaba el genocidio, la conquista, el exterminio indígena. Para otros, era tiempo de reconocer su papel en el inicio del sincretismo entre lo español y lo indígena que vino en los siglos posteriores. Carlos Fuentes dijo, por ejemplo, que aceptarlo era “una manera de ser más mexicanos, más completos, más iberoamericanos”.

El propio López Portillo, quien apenas un año antes develó el busto de Cortés en el Hospital de Jesús del Centro Histórico capitalino, terminó perdiendo esa partida cuando el monumento, ya con Miguel de la Madrid al frente del ejecutivo, comenzó un breve peregrinar que lo llevó al parque Xicoténcatl, muy cerca del ex Convento de Churubusco, donde permanece hasta hoy... solo que sin el pequeño Martín, que fue robado hace casi una década y hasta la fecha no ha sido recuperado.

 

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Entre el mestizaje y la conquista