“¿Están listos para escuchar las hermosas voces negras? ¿Las hermosas oleadas negras en el hermoso aire?”, preguntó Nina Simone a la multitud afroamericana reunida en el Mount Morris Park de Harlem, Nueva York, aquella soleada tarde del 17 de agosto de 1969.
Casi al unísono, la respuesta afirmativa de los espectadores y los acordes de los músicos que acompañaban a la artista marcaron el inicio de la celebración que ese día ocurriría y en la que también tocarían los célebres B. B. King y Hugh Masakela, además de la Harlem Festival Jazz Band.
Durante seis fines de semana fechados entre el 29 de junio y el 24 de agosto, diversas bandas y artistas afroamericanos y latinos de funk, soul, jazz, blues, rock y góspel, en su mayoría ya consagrados, aceleraron el pulso de los cerca de 300,000 asistentes que se congregaron para ser parte de aquel evento que también alzaba un estandarte más en apoyo a la revolución social y cultural de aquellos años, en la que principalmente los jóvenes intentaban echar nuevas raíces en un Estados Unidos que vivía momentos intempestivos por la segregación racial, la Guerra de Vietnam y otros hechos que recalaban con fuerza en su sociedad.
La comunidad negra vivía su propia crisis y ruptura con los asesinatos de sus líderes Malcolm X (1966) y Martin L. King (1968), la persecución de algunos representantes del partido de las Panteras Negras, así como la brutalidad policiaca y el menosprecio de la comunidad blanca en contra de civiles afroamericanos, acciones fundamentadas en las normas de convivencia y leyes imperantes que excluían a los negros, minando sus derechos elementales.
Organizado a partir de 1967 por iniciativa del cantante Tony Lawrence tras su llegada al Parks Department de Nueva York, el Harlem Cultural Festival fue el llamado a seguir impulsando el orgullo y la unidad entre la comunidad negra. Y sería en su tercera edición cuando contó con su cartel más atractivo y mediático, porque a fin de cuentas todos querían ser parte de él, pues Harlem, en palabras de Lawrence, era “el lugar donde viven, física y espiritualmente, los negros”. Además de músicos latinos actuaron artistas de la talla de Steve Wonder, Mahalia Jackson, Sly and the Family Stone, The 5th Dimension –dueños de The Age of Aquarius, una de las canciones más populares en EUA los meses previos–, Gladys Knight and the Pips, entre otros.
Pero más allá de la música, el festival se diferenció de otros por reunir no solo a los jóvenes, sino también a feligreses, niños o abuelos, además de que no contó con el presupuesto que tuvieron otros masivos de ese año, como el de Woodstock o el de Monterey. Por otra parte, y para sorpresa de muchos debido al clima de agitación política y social que se vivía en distintos estados norteamericanos, el evento transcurrió sin disturbios en cualquiera de sus sesiones, algo que preocupaba a las autoridades; de hecho, fueron afiliados de las mismas Panteras Negras quienes se encargaron de procurar el orden entre los asistentes... o tal vez para cuidarlos de la policía blanca que rodeó el Mount Morris Park.
Pese a su calidad artística, a la revolución cultural que proponía, a la sensación de que se estaba creando un mundo nuevo, al empoderamiento del black power que alentaba el cambio en favor de los suyos y al vínculo del arte afroamericano en la lucha por los derechos civiles de la comunidad negra en aquella época, el festival de Harlem terminó siendo olvidado prácticamente desde que terminó la emblemática edición del 69, hasta que en 2021 fue lanzado el documental The Summer of Soul (Dir. Ahmir Thompson). Es así que el también llamado Woodstock Negro quizá encontrará, con dicho material, un vehículo para perpetuar su legado.
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El sonido de la negritud