“Toma el mundo en un abrazo de amor” resonó con fuerza en las radios de América y Europa a partir del verano de 1968, un momento cumbre en la oleada de paz, amor y esperanza que inyectó la idea un mundo mejor en millones de consciencias juveniles alrededor del mundo, las cuales incluso desafiaron a sus gobiernos. El verso era parte de Born to Be Wild, canción de la banda californiana Steppenwolf que se convertiría en un himno de su generación.
De Ciudad de México y Chicago a París, Praga o Madrid, muchos de los jóvenes que pugnaban por los cambios sociales y culturales de sus respectivas sociedades nutrieron sus movimientos de protesta con las canciones que sonaban en uno y otro lado del Atlántico. A su vez, grandes artistas de rock, blues y otros géneros, como The Velvet Underground, Jimi Hendrix o Jefferson Airplane, tuvieron dentro de los movimientos estudiantiles un potente nicho que empatizó profundamente con el sentido de sus creaciones. Unos y otros eran parte de ese cambio generacional que en 1968 vivía un tiempo coyuntural.
Beneficiada por la revolución que atravesaban las telecomunicaciones ese final de década, la invasión británica a EUA entregó ese año dos álbumes emblemáticos: el conocido como Álbum Blanco –no se llama así– de The Beatles y Beggars Banquet, de The Rolling Stones. El primero contenía la emblemática Revolution, pieza con la que John Lennon manifestaba su postura en torno a las luchas juveniles en el mundo. En cuanto al disco de sus Satánicas Majestades, la polémica Simpathy for the Devil y Parachute Woman fueron las piezas más trascendentales. Para fines de ese año, Lennon y The Rolling Stones se reunieron, junto a otros artistas de su talla como Eric Clapton, Jethro Tull, The Who y otros, en el emblemático concierto The Rolling Stones Rock and Roll Circus.
Otras piezas que alcanzaron la fama fueron Mrs. Robinson de Simon & Garfunkel, Hello I Love You de The Doors y Piece of my Heart de Janis Joplin. La primera fue dedicada originalmente a la exprimera dama estadounidense Eleanor Roosevelt, cuyo presunto romance con el beisbolista Joe DiMaggio fue aludido en parte de esta canción, aunque después se modificaría su letra. La pieza de The Doors bien pudo representar en los jóvenes del 68 ese amor intenso y libre que querían profesarse, al igual que Piece of my Heart.
Las crisis políticas y la guerra tampoco fueron ajenas para estos músicos ni para los jóvenes que levantaban barricadas para confrontar a las policías o protegerse del avance de tropas y tanques. Por ejemplo, The Doors lanzó The Unknow Soldier, canción de protesta contra la Guerra de Vietnam. Por otra parte, la lucha por los derechos de los negros en EUA fue acompasada de memorables piezas como The Dock of the Bay de Otis Redding, What a Wonderful Word de Louis Armstrong o Think de Aretha Franklin.
En México, la “banda sonora” del movimiento del 68 reprodujo estas y otras piezas, pero también se decantó por lo propio. Durante las asambleas y eventos de protesta callejeros, no faltó quien hiciera sonar en sus bocinas piezas de los cantantes mexicanos del momento, como Judith Reyes, Óscar Chávez y Amparo Ochoa, aunque también se popularizaron versiones al español de éxitos del rock estadounidense interpretadas por Julissa, Enrique Guzmán y otros.
Aún más numeroso sería el recuento de canciones en este año de ruptura, como también las repercusiones de los hechos políticos ocurridos; sin embargo, el registro de ellas trae a la memoria de más de uno la evocación de lo que entonces sucedía.
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El espíritu del 68