En el Concilio de Trento, organizado a mediados del siglo XVI, la Iglesia católica estableció las características que el ritual del matrimonio debía cumplir para considerarse válido. Con ello, quedaban fuera los enlaces acordados por los contrayentes de manera clandestina o secreta.

Quedó declarada la nulidad de los matrimonios clandestinos y la prohibición de los secretos, para los que podían considerarse excepciones. Desaparecían con ello los matrimonios acordados por los contrayentes por su simple voluntad, solos o ante algún testigo, o incluso ante un sacerdote ajeno a la parroquia a la que pertenecían como feligreses.

Sin embargo y pese a la claridad de los textos, todavía era común hablar de matrimonios clandestinos (inexistentes) cuando se trataba de matrimonios secretos, atestiguados ante el párroco del lugar de residencia de la novia, sin impedimento legítimo y con presencia de testigos. Se empleaba el término de clandestino de segundo orden, aunque canónicamente eran secretos, porque carecían de la solemnidad propia del sacramento y eludían el requisito de las amonestaciones o proclamas, que anunciaban el enlace con varias semanas de anticipación. Pero eran válidos y legítimos.

¿Eran frecuentes los matrimonios secretos? ¿Acaso no tenían consecuencias? Lo cierto es que no se trataba de algo muy excepcional, como lo muestran numerosos casos conservados en los archivos. ¿Qué se puede apreciar en ellos? Pocas veces se ofrece información detallada, pero es notable que varios matrimonios secretos se acumularon durante los periodos de guerra de la lucha por la independencia.

Lo que mejor conocemos de los matrimonios secretos se explica por enemistades familiares que se conservaban por generaciones, mientras jóvenes enamorados sufrían como Romeo y Julieta, el modelo de amor perpetuado en la tragedia de Shakespeare.

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Pilar Gonzalbo Aizpuru. Doctora en Historia por la UNAM. Profesora-investigadora del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México y directora del Seminario de Historia de la Vida Cotidiana de dicha institución. Es profesora emérita del Sistema Nacional de Investigadores y en 2007 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Autora de numerosos libros, entre ellos Introducción a la historia de la vida cotidiana (2006), Vivir en Nueva España (2009), Educación, familia y vida cotidiana en el México virreinal (2013), Los muros invisibles. Las mujeres novohispanas y la imposible igualdad (2016), Del barrio a la capital. Tlatelolco y la Ciudad de México en el siglo XVIII (2017) y Seglares en el claustro. Dichas y desdichas de mujeres novohispanas (2018). También ha sido responsable de importantes publicaciones colectivas, entre las que destaca la obra Historia de la vida cotidiana en México (5 t., 2004-2006).