El más importante de los arcos efímeros erigidos en honor a Maximiliano en 1864, año de su llegada a México, fue el del Emperador. Ubicado en la actual calle Madero, a pocos metros del Zócalo, prácticamente entregaba Palacio Nacional a la nueva familia imperial.
Para un pueblo acostumbrado a los recibimientos fastuosos y la celebración, la llegada de personajes distinguidos como Maximiliano y su esposa Carlota a la capital de lo que sería el nuevo imperio representaba un acontecimiento que no se debía dejar pasar. Así, el Consejo de Regencia que gobernó previo al arribo del emperador comenzó con los preparativos en abril de 1864.
Para tal efecto se escribió un programa de solemnidades donde se especificaba el tipo de actividades que se llevarían a cabo. Entre ellas se contempló adornar con templetes, columnas, flores naturales, mástiles con banderas, lemas, trofeos, cortinas, retratos y arcos las calles por donde avanzarían los soberanos hasta llegar a la Catedral, donde escucharían un tedeum.
El programa tenía previsto que se levantaran tres arcos monumentales, además de otros menores construidos por vecinos de los departamentos del imperio, entre los que destacaban el Arco de los Potosinos, así como los de Tlaxcala, Guanajuato y Zacatecas. Los colosales se levantarían en la esquina de la Ex Acordada, en el puente de San Francisco y en la esquina del portal de Mercaderes. El primero, dedicado a la paz, el segundo a la emperatriz y el tercero, el más ostentoso, al emperador.
Algunos días antes de lo programado, se anunció que Maximiliano y Carlota no entrarían a la capital del lado que se tenía previsto; es decir, por Bucareli, sino que llegarían por el lado de la plaza de Villamil (en lo que hoy sería el teatro Blanquita).
El cambio se debió a que un día antes de su arribo, el 12 de junio de 1864, los emperadores pasarían la noche en la villa de Guadalupe y desde ese punto a la capital se podría utilizar el ferrocarril, cuya terminal estaba por el templo de La Concepción.
Esto significó también un cambio por las calles en que se debían internar hasta la Catedral, quedando la entrada del recorrido final por el Puente de la Mariscala (hoy Tacuba y Eje Central Lázaro Cárdenas). Seguirían por San Andrés (calle Tacuba), después doblarían en la calle de Vergara (Bolívar) hacía San Francisco y Plateros (Madero), hasta desembocar en la Plaza de Armas (Zócalo).
En cuanto se supo el nuevo itinerario, subieron de manera espectacular los precios para adquirir un espacio en un balcón o azotea para ver el trayecto de los nuevos gobernantes. El número de forasteros también creció, siendo casi imposible encontrar algún alojamiento en la ciudad, de manera que las habitaciones disponibles solo se podían rentar en las afueras de la capital, aunque su precio también se elevó considerablemente. El mismo caso se presentó en los restaurantes y fondas.
Debido al cambio, fue necesario también reubicar los primeros arcos que ya estaban colocados en las calles del primer trayecto; es decir, en la ex Acordada y puente de San Francisco. A pesar de los aguaceros y la premura, estas estructuras fueron cambiadas a tiempo, lo que nos remite a la fragilidad de los materiales con los que se construyeron y su carácter efímero.
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