La invención y el uso político de un “enemigo” hizo emerger al fascismo

Ahora se sabe que uno de los fundamentos sobre los que emergió el fascismo fue la invención de un “enemigo”, respaldada por una sistemática propaganda para extender el apoyo masivo a un poder autoritario que apalancaba la frustración y el rencor por las derrotas nacionales anteriores.

En Italia y a la cabeza del fascismo, Benito Mussolini encontró en el comunismo y en las instituciones democráticas los enemigos para fomentar el miedo, con la utilización metódica de los medios de comunicación. Esta técnica política también la utilizó Adolf Hitler en Alemania, cuyo régimen fomentó, además, un odio fanático contra los judíos, al grado de llegar al genocidio.

Estos movimientos despreciaban las formas democráticas, mientras que la política se redujo a las reuniones de masas en las que se exaltaba el culto a la personalidad del líder y la fe ciega en su dirección, con la intención de excluir a los opositores y justificar la persecución de los “enemigos del pueblo”.

Al final, resultó una política terrible que llevó a sus naciones a la guerra y a la destrucción de países enteros: más de sesenta millones de personas murieron en la conflagración que provocaron. Y pese a la efímera alianza entre EUA y la URSS contra el nazifascismo, el uso político del “enemigo” no se agotó en 1945: la estrategia fue revivida a continuación para fomentar, en ambos bloques ideológicos, el temor al comunismo o al capitalismo durante la llamada Guerra Fría que, a su vez, justificó el militarismo que en los años sesenta produjo el miedo a la guerra atómica.

En esos años, México de nuevo dio un paso adelante en su política pacifista al promover la desnuclearización de Latinoamérica con el Tratado de Tlatelolco de 1967, impulsado por el diplomático Alfonso García Robles (ver Relatos e Historias en México, núm. 72, agosto de 2014).

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