Agustín Arrieta es considerado uno de los grandes pintores mexicanos del siglo XIX, en especial por retratar elementos representativos de la identidad nacional. Su producción pictórica fue vasta y abarcó varias décadas. En sus cuadros de comedor, bodegones o naturaleza muerta es donde más predomina la presencia de objetos de vidrio.
José Agustín Arrieta, reconocido pintor costumbrista del siglo XIX, nació en 1803 en el poblado de Santa Ana Chiautempan, Tlaxcala. A los cinco años se trasladó junto con su familia a la ciudad de Puebla. Once años después ingresó a la Escuela de Dibujo de la Real Junta de la Caridad para la Buena Formación de la Juventud, que más tarde sería la Academia de Bellas Artes de la capital poblana. Su habilidad lo condujo a participar en certámenes organizados en esta escuela, en donde obtuvo varios reconocimientos.
Sus primeros veinte años tal vez le resultaron inquietantes, puesto que en esta localidad y sus inmediaciones se produjeron acciones bélicas entre insurgentes y realistas, las cuales influirían en la consumación de la independencia del país en 1821. Su actividad académica continuó; concurrió a manera de aprendiz con varios de sus maestros, con lo cual desarrolló aún más su destreza, lo que lo llevó a participar como profesor en su escuela de formación.
Nunca salió de la ciudad de Puebla, por lo que muy probablemente presenciara en 1833 la epidemia del cólera morbus o amarilla, que al ingresar por la frontera norte del país y puertos nacionales produjo cerca de diez por ciento de defunciones con respecto a la población total. Por otra parte, vivió de cerca los conflictos bélicos ocasionados por franceses (1838-1839 y 1862-1867) y estadounidenses (1846-1848).
Conflictos políticos internos como la intención de Antonio López de Santa Anna de retomar la presidencia de la República o los que llevaron a la promulgación de las leyes de Reforma también formaron parte de su vida. Lo antes mencionado influyó en el devenir nacional y, regionalmente, en el restablecimiento de la industria poblana, en particular la del vidrio.
Arrieta reprodujo en sus pinturas la presencia de objetos de ese material, principalmente en los del género de cuadros de comedor, bodegones o naturaleza muerta (96 obras) y en número menor en algunos de tipo costumbrista (5), retrato (6), mesa revuelta (7) y religioso (1), fechados entre 1822 y 1873. En ellos muestra su habilidad para representar la interacción de la luz con el vidrio, así como detalles de piezas de cerámica, alimentos y otros objetos.
La producción vidriera
En los dos primeros decenios del siglo XIX, en la ciudad de Puebla laboraban 38 artesanos vidrieros en diversos hornos, como el de Miguel Ignacio Rentería, en la calle de Iglesias en 1805, y el de Arista; de ellos, dos se dedicaban a la producción de vidrio plano en 1827. No obstante, fueron cerrados a causa de problemas de inversión económica y a la presencia de artículos de este material de procedencia inglesa y francesa.
El interés del gobierno mexicano por el desarrollo industrial condujo a establecer el Banco de Avío para el Fomento de la Industria Nacional en 1830, lo que interesó a inversionistas nacionales y extranjeros. De ello resultó que en 1836 se estableciera una planta productiva de vidrio plano cuyo cuerpo directivo estuvo integrado por José Lang, comerciante alemán residente en Puebla, José María Suárez, Agustín Montiel, José Vázquez y Antonio Torres. Ellos carecían de conocimiento sobre dicha actividad, por lo que en 1837 se nombró como director técnico al vidriero Pierre Honorato Quinard.
Un año más tarde, esa empresa pasaría a ser la Compañía Empresaria para la Fabricación de Vidrios al Estilo de Europa, ubicada en el Solar de Castro (hoy Av. 8 Poniente 500). Su propósito era abastecer al mercado doméstico de la ciudad, y a futuro del país, junto con sitios de producción existentes, con el fin de sustituir las importaciones. Para ello se solicitó al banco mencionado que colaborara para la adquisición de tecnología moderna y la contratación de más artesanos extranjeros, los que capacitarían a los nacionales para conformar el grupo de obreros que se encargarían de la producción. Asimismo, se le solicitaría implantar altos aranceles y prohibiciones para frenar a los competidores extranjeros que importaban artículos de vidrio.
La fábrica se desarrolló lentamente porque enfrentó diversos problemas, como la devaluación monetaria en el país y el incremento del costo de la materia prima importada, a lo que se sumó el retraso en el pago de sueldos al director y los artesanos franceses. Por otra parte, el cierre del puerto de Veracruz generado por la primera invasión francesa a México impidió la descarga de la materia prima y fue necesario contratar a otro director y artesanos procedentes de Bohemia (Alemania). Para 1838 la consolidación del proyecto aún no se alcanzaba, ya que se requería de mayor capital. A pesar de eso, a finales de 1839 inició la producción de vasos y capelos (campanas de vidrio empleadas para cubrir objetos del polvo) de diversos tamaños. Sin embargo, en 1843, un año después de que Santa Anna cerrara el Banco del Avío, la compañía dejó de existir por fuertes adeudos.
Para 1843 se inició otra empresa de vidrio llamada Alcérrica y Cía. con parte de las instalaciones de la Compañía Empresaria, la cual se ubicó en la plazuela de San Agustín. Estuvo a cargo de los vidrieros Francisco Domínguez, Francisco Alcérrica, Pedro Herrera, Honorato Quinard y sus tres hijos. No obstante, al siguiente año Domínguez y Acérrica renunciaron y la dirección fue sustituida por Felipe Mateo Gutiérrez. Al parecer su razón social cambió a Fábrica de Vidrios Criollos, pero cerró tres años después.
Para 1851 Manuel Lara, comerciante al menudeo de cristales importados desde 1830, se asoció con el alemán Robert Schultze, Bernardo Campos y el inglés Edward Turnbul, a fin de producir placas de vidrio. Quinard se incorporó a esa empresa en 1855 y cinco años después ya era dueño de la Fábrica de Vidrio Plano y Capelos. Esta compañía, junto con otras tres, mantenía la producción de artículos de vidrio todavía en 1896, e incluso la de Quinard estaría activa hasta inicios del siglo XX.
En cuanto a la producción de vidrio poblano, en 1852 Juan N. del Valle expresó en su Guía de forasteros de Puebla que se había llegado a la perfección en la producción de capelos y vidrio plano perfectamente transparentes.
Respecto a la importación de artículos de vidrio, los registros entre 1821 y 1875 son discontinuos e imprecisos, aunque refieren la procedencia desde ese primer año. Los objetos introducidos eran frasqueras, vidrios planos labrados o no, botellones, bombas de cristal, damajuanas, garrafones, vasos, candelabros, espejos y lámparas; catalogados como artículos de lujo, entraban junto con carruajes, piezas de mármol y muebles.
Entre 1872 y 1875 predominaban los de origen alemán, aunque previamente dominaron los ingleses y franceses, países en los que el desarrollo tecnológico de esa industria fue intenso, así como la mejora de la calidad del componente químico del vidrio y de diseños desarrollados desde un siglo atrás. El impuesto a los artículos mencionados se tasaba por kilogramo, presentara o no aplicaciones metálicas. Por lo regular, equivalía a alrededor del cincuenta por ciento del costo base del artículo.
El lento progreso de esta actividad industrial en el país fue propiciada por la abrumadora competencia de empresas importadoras, dependencia de técnicos extranjeros que solicitaban sueldos elevados y difíciles de saldar puntualmente, falta de adquisición de maquinaria moderna, lucha entre diversos grupos de inversionistas interesados en promover la producción de artículos de mayor consumo, como los textiles, y la inconveniencia de impedir las importaciones, ya que estas generaban ingresos económicos al gobierno. Por ello, únicamente permanecieron algunos manufactureros nacionales de vidrio con instalaciones pequeñas que generaron líneas sencillas y económicas de artículos asequibles a una parte de la población.
El vidrio y el arte
Los artículos de vidrio representados por Arrieta en sus pinturas muestran vasos, jarras, licoreras, perfumeros, capelos, lentes, floreros, copas y quinqués, garrafas, platos, vinagreras, candelabros, compoteras, fruteros y botellas sin etiqueta ni corcho. En algunos de ellas se observan facetados (zonas labradas en forma de banda) en jarras, licoreras y quinqués; esmaltados (de flores y diversos trazos coloreados) elaborados a mano en vasos, vinagreras y licoreras; y relieves en floreros, fruteros y platos (trenzado, romboide y ramificado), generados por la utilización de moldes. Sus colores eran variados: entre verde tenue y azuloso, ámbar claro, rojizo oscuro, azul tenue y oscuro; o también había incoloros.
De acuerdo con la época y la panorámica de la producción de vidrio europea, se considera que esas piezas fueron fabricadas mediante la técnica de soplado de vidrio en molde; el facetado se realizaba en frío y con herramienta especial, puesto que el material vítreo era resistente; el esmaltado se realizaba a mano por pieza, y la tonalidad se debía al dominio de la mezcla de diferentes óxidos metálicos incorporados en la materia prima.