Armstrong reconfiguró la música ragtime volviéndola más relajada, y así cimentó las bases del jazz. Él era capaz de mantener los tonos de manera inusual, lo que agregaba heroísmo o drama a sus interpretaciones.
Apocos meses de que terminara la Guerra de Secesión (1861-1865) en Estados Unidos, y con la intención de compensar los abusos a los esclavos ya liberados, se decretó que a cada familia liberta se le proveyera de algunas parcelas, en especial aquellas abandonadas por terratenientes. Sin embargo, tras el asesinato de Abraham Lincoln en 1865, el presidente sustituto Andrew Johnson decidió regresar las tierras a sus antiguos dueños, lo que provocó la segregación de la comunidad negra hacia los peores lugares para vivir, convirtiéndolos de nuevo en mano de obra, aunque ahora vendida y barata.
Louis Daniel Armstrong nació en una de esas comunidades marginadas el 2 de agosto de 1901 en Nueva Orleans (Luisiana), ciudad que solo cincuenta años antes era el mayor centro del comercio de esclavos de todo Estados Unidos. Tras la abolición de ese sistema, se generó una sociedad con su propio y único estilo de vida. Ahí, con instrumentos de la pasada guerra, musicalizaban las melodías que cantaban en los campos de cultivo, a fin de crear nuevas formas de interpretar la música, al tiempo que se reunían en Congo Square, donde el baile era la catarsis colectiva por la libertad alcanzada.
En estas calles llenas de la alegría de la música se desarrolló la infancia de Louis Daniel. Su madre, prostituta, lo encargaba a la abuela. Su padre los había abandonado. Louis siempre mostró gusto por el canto y la música; contaba que de niño trabajaba llevando carbón a los cubículos de los prostíbulos de Storyville (la “zona roja” del pueblo), donde también solía escuchar magnífica música.
Durante su estancia en un tutelar de menores, el joven Louis fue integrado como trompetista a la banda de la correccional. El enamoramiento con el instrumento fue inmediato y pronto comenzó a buscar a aquellos ídolos que nunca pudo ver en sus padres. El primero que lo impactó fue Joe King Oliver, dieciséis años mayor que él y quien se convirtió en su figura paterna, además de que lo condujo a la excelencia pidiéndole siempre que mejorara la velocidad de sus dedos. Hicieron una entrañable amistad y unos años después Joe lo invitó a participar en su famosa agrupación Creole Jazz Band, lo que llevó a Louis a Chicago para empezar a ganar fama.
Con el tiempo, Armstrong reconfiguró la música ragtime volviéndola más relajada, y así cimentó las bases del jazz. Además, llevó al solista a un nivel predominante dentro de una estructura hasta ese momento definida por el conjunto de la banda y reconoció las posibilidades de jugar con distintos tiempos dentro de la pieza para permitirse extender sus notas y tener la certeza de caer a tiempo para seguir fluyendo en la interpretación, incluso cuando la improvisación ya era un recurso común para acompañar el ritmo.
Él era capaz de mantener los tonos de manera inusual, lo que agregaba heroísmo o drama a sus interpretaciones. Su estilo de canto fue de gran influencia para sus contemporáneos y las siguientes generaciones. Popularizó el scat, una técnica en la que se usan palabras sin sentido para acompañar como instrumento vocal.
México contó con su presencia a mediados del siglo pasado, cuando estuvo en el Auditorio Nacional. La importancia de Armstrong en la historia de la música es innegable, aunque lo realmente relevante es cómo la música y el arte transformaron a un individuo que tenía su propia existencia en contra, pero que con sus talentos demostró que no solo podía cambiar las cosas para él, sino para el mundo entero.