El escritor y periodista Luis Spota repasa los detalles de la nota que está a punto de escribir. Va a bordo de un auto proveniente de Acapulco y se dirige a Ciudad de México. Lo acompaña un fotógrafo del semanario Mañana. Pasó algunos días en el puerto guerrerense con el único propósito de resolver “el más grande misterio literario” del siglo XX –como lo definió el escritor estadounidense Paul Theroux–: la verdadera identidad de B. Traven, autor de más de doce novelas, la mayoría inspiradas en el México posrevolucionario.
Su nota aparecerá días después, el 7 de agosto de 1948, bajo el siguiente encabezado: “Mañana descubre la identidad de B. Traven”. En ella, Spota narra cómo, tras interceptar un cheque por concepto de regalías dirigido a Traven –vía su agente en Europa, Josef Winder–, se dio a la tarea de indagar la ubicación del enigmático escritor avecindado en México. Su investigación arrojó el domicilio de un pequeño restaurante en la costa acapulqueña cuyo dueño resultó ser un hombre de apariencia extranjera de nombre Hal Croves, quien, ante la insistencia de Spota, aseguró ser “agente” de B. Traven en nuestro país.
De hecho, ese tal Hal Croves había viajado un año antes a Tampico, donde se filmaba la película El tesoro de Sierra Madre, basada en la novela de Traven del mismo nombre y protagonizada por Humphrey Bogart, con la intención de encontrarse con el director John Huston, quien había buscado al escritor para intercambiar opiniones acerca de la adaptación cinematográfica de su obra. Croves se presentó ante Huston como el guionista y le aseguró que podían resolver todo sin la presencia de Traven.
Pero Spota sospechaba algo más: que ese tal Croves se llamaba en realidad Traven Torsvan (había hallado un pasaporte con dicho nombre) y que era el famoso escritor B. Traven. Croves negó rotundamente la afirmación, pero días después de publicada la nota desapareció de Acapulco y el restaurante cerró.
Spota se arrepentiría años más tarde de publicar aquel texto y con ello irrumpir en la privacidad de B. Traven –nombre con el que firmaba sus libros–; de Traven Torsvan –nombre con el que se nacionalizó mexicano en 1951–; de Hal Croves –como se hacía llamar cuando había que tratar asuntos de negocios y con el que casó en 1957 con Rosa Elena Luján, su traductora al español–; de Ret Marut –nombre que en el lecho de muerte confesó a su esposa como verdadero–, y hasta en la de Otto Feige –como se ha afirmado que se llamaba en realidad–.
“¡Señores, déjenme en paz! ¿Por qué me persiguen? ¿Por qué me toman fotografías?”. La vida de B. Traven está sumergida en las tinieblas, pues hizo hasta lo imposible por mantener el secreto de su biografía. Incluso se llegó a pensar que era en realidad Esperanza López Mateos (hermana del expresidente), quien fue su agente, confidente y traductora hasta su muerte (se suicidó en 1951).
Traven se desempeñó como marinero, trabajó en los campos petrolíferos de Tampico, fue actor y anarquista en Alemania, panadero, atestiguó cómo Francisco Villa exponía las cabezas de sus enemigos en Torreón, tomó clases de fotografía con Edward Weston, amó la selva Lacandona –sus cenizas fueron esparcidas, a petición suya, por el río Jataté (Ocosingo, Chiapas) y destacan sus novelas del “Ciclo de la caoba” que transcurren en dicha región–, defendió los beneficios de la Revolución mexicana…
Algunos de sus biógrafos aseguran que nació en Alemania en 1882 o en 1890. Él decía haber nacido en Chicago. Murió en su casa de la calle Río Misisipi, en Ciudad de México, el 26 de marzo de 1969. Algunas de sus más importantes obras fueron llevadas a la pantalla grande, como Canasta de cuentos mexicanos (Julio Bracho, 1955), Macario (Roberto Gavaldón, 1960), Rosa blanca (R. Gavaldón, 1961; censurada por el gobierno mexicano de ese momento), o El puente en la selva (Francisco Kohner, 1970).
El artículo "El enigma de B. Traven" del autor Ricardo Lugo Viñas se publicó en Relatos e Historias en México número 124. Cómprala aquí.