El estadio Ciudad de los Deportes está a su máxima capacidad. Es 1975 y Mike, fiel seguidor a lo largo de los años, arenga a la tribuna naranja con el “¡Pieles Rojas, Pieles Rojas!”. Los pupilos del coach Manuel Rodero Garduño están por saltar al campo en la capital mexicana. Sus relucientes cascos blancos con sus jerséis “naranja Texas” con fundas blancas son vislumbrados por sus rivales por el campeonato, los Borregos del Tec de Monterrey. La larga espera llega a su fin cuando los jugadores corren orgullosos hacia el centro del campo. La tribuna grita aún más fuerte y los Pieles Rojas están en el terreno de juego listos para hacer historia.
Primera oportunidad
Corría 1969. La temporada anterior de futbol americano universitario se había suspendido por los Juegos Olímpicos y los problemas políticos que atravesaba el país. También dentro del Instituto Politécnico Nacional (IPN) había conflictos: el gran coach Manuel Rodero fue separado del equipo de esta institución, pero algunos de sus jugadores, inconformes con la decisión, fueron a buscarlo para que los entrenara.
Juntos formaron un equipo independiente que en sus inicios mantuvo el nombre de Cheyennes que usaban en el Poli. Comenzaron a entrenar en un campo del deportivo Miguel Alemán de Lindavista, en Ciudad de México, que ellos mismos limpiaron y acondicionaron. El primer mariscal de campo del equipo, Román el Brujo Solís, cuenta que algunos de sus profesores y directivos lo amenazaron por jugar para un club independiente y no para el de su escuela. La prensa de esa época los llamaba porros, desleales, traidores y provocadores.
Al iniciar la temporada de 1970, su primera, la Liga Nacional Colegial les cerró las puertas por no representar a una institución educativa. Eso los llevó a la Liga Internacional, donde jugaron contra equipos colegiales de Estados Unidos como los Huracanes de la Universidad de Miami, que alineaban a futuros jugadores de la liga profesional de ese país (NFL) como Chuck Foreman y Burgess Owens. También lo hicieron en contra de los Pumas de la UNAM, que ese año tampoco participaron en la Liga Nacional al negarse a dividir a su equipo en tres como se les exigía.
El partido contra los Pumas en el estadio Olímpico de Ciudad Universitaria fue trepidante y terminó con victoria piel roja de 22 a 20, a pesar de que en esos años sus rivales se consideraban imbatibles, sobre todo en casa.
Los Pieles Rojas, entonces Cheyennes A. C., fueron el primer equipo mexicano de americano en jugar un partido en el estadio Azteca al enfrentar, en su primera temporada, al Navarro College (Texas). También en el Coloso de Santa Úrsula enfrentaron a la poderosa escuadra de la Universidad de Notre Dame (Indiana), los Fighting Irish (Irlandeses Peleadores), que los aplastaron 82 a 0. El Brujo, al ser cuestionado sobre el marcador por la revista estadounidense Sports Illustrated, respondió contundente: “los jugadores de Notre Dame tienen beca para estudiar, beca para vivir, beca para comer. Yo voy a clases desde las siete, si acaso traigo dinero me como una torta y un licuado, me voy a entrenar y cuando termino me tengo que esperar hasta llegar a mi casa para comer”.
En 1971, la Liga Nacional Colegial decidió abandonar la palabra Colegial, lo que les abrió las puertas a los pupilos de Rodero, aunque debían abandonar el nombre de Cheyennes y los colores verde y blanco porque estos pertenecían al IPN. El entrenador, admirador de las naciones nativas americanas y también excelente amigo de Darrell Royal, el legendario coach de los Cuernos Largos de la Universidad de Texas, decidió llamar a su equipo Pieles Rojas y adoptar el color “naranja Texas”.
Fue una gran temporada para ellos: derrotaron a los poderosos Borregos del Tecnológico de Monterrey y a los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León, anotando en cada partido más de cuarenta puntos. A los Búhos del IPN los vencieron sin recibir un solo punto. Únicamente perdieron contra Cóndores de Ciudad Universitaria –uno de los tres equipos en los que Pumas se dividió ese año–, lo que los convertiría en campeones al conseguir el mayor número de triunfos. Sin embargo, al final de la temporada la Liga decidió, de último momento, que los equipos con el mayor número de victorias jugaran una final para definir al campeón nacional.
El cotejo lo disputaron Pieles Rojas y Borregos. Los del Tec contaban con estadounidenses para reforzar su equipo, además de que su plantilla estaba formada en su mayoría por jugadores becados. Por su parte, los Pieles Rojas contaban a su favor con un novedoso sistema ofensivo, influencia de Darrell Royal, además de que ya habían derrotado a los Borregos en la temporada regular. Sin embargo, en la final cayeron ante el Tec 35 a 20. La derrota fue amarga, pero el subcampeonato significativo: un club sin ningún apoyo institucional demostró tener un gran nivel y logró que se le considerara entre los mejores equipos de México.
Segunda oportunidad
Rodero insistió en su formación ofensiva (T-Wishbone) porque sabía que, con los jugadores correctos y la ejecución adecuada, era imparable. Para el coach la disciplina era fundamental. Al momento de reclutar jugadores era muy severo y podía rechazarlos por la manera como corrían. Los Pieles Rojas se volvieron un equipo muy técnico y los entrenadores exigían que sus pupilos lo hicieran correctamente desde el momento de posicionarse en el campo. Al coach no le gustaban las distracciones; obligaba a los jugadores a ver videos del equipo rival, que estudiaran las jugadas, y en la tarde anterior al partido hablaba a sus casas para verificar que estuvieran descansando y concentrados para el juego.
Continúa leyendo la Segunda, Tercera y Cuarta Oportunidad en el artículo completo “El “sueño imposible” de los Pieles Rojas” del autor Rafael Herrera Paz, que se publicó en Relatos e Historias en México número 116. ¡Cómprala aquí!