Su nombre fue grabado con letras de oro en la Cámara de Diputados y sus restos descansan en la Columna de la Independencia. Sin embargo, poco o nada se dice de él.

Fue un apasionado defensor de la legalidad y combatió a quienes se levantaron en armas.

Ángeles fue capturado por las fuerzas carrancistas y conducido a Chihuahua, donde sería sometido a un juicio sumario, que en realidad era una farsa del gobierno para revestir de legalidad la ejecución de una sentencia que estaba dictada desde años antes, cuando el general artillero cuestionó la autoridad de Carranza y apoyó la elección de Villa como general en jefe de la División del Norte.

Las tropas del general José González Salas avanzaban sobre la línea férrea cuando fueron sorprendidas por Orozco.

Don Pedro estaba sacrificándolo todo: su reputación, sus tierras, su vida... pero sobre todo, el futuro de su familia. La patria era primero.

El tlatoani fue llevado ante Cortés y, luego de un discurso, pidió ser sacrificado como correspondía a todo guerrero mesoamericano.