“Ultrapelonicemos la vida”, cortarse el pelo tan corto “no era ya un tema de higiene y comodidad, ni siquiera de estética, sino de paz para la inteligencia y el corazón”. El espíritu de la modernidad que permeaba los hábitos y el pensamiento femeninos resultaba una afrenta al tradicionalismo que las mujeres debían guardar para ser aceptadas socialmente y los agresores asumían el deber moral de “reivindicarlas”.