Un garibaldino junto a Juárez

La Redacción

El general italiano Luigi Ghilardi se incorporó a la revolución contra la dictadura de Santa Anna y luego luchó en defensa de la Constitución de 1857; después, en las filas republicanas contra la invasión francesa.

 

Luis Ghilardi llegó a México, por segunda vez, en 1862 para combatir al lado de los republicanos. Junto con cinco oficiales italianos, se presentó en las oficinas de la representación del gobierno de Benito Juárez en la ciudad de Washington, en Estados Unidos, tres semanas después de la batalla del 5 mayo en Puebla. Traía cartas de presentación del general Giuseppe Garibaldi para el presidente Abraham Lincoln, para el general George McClellan, comandante general del ejército de Estados Unidos, y para el presidente Juárez.

El ministro Matías Romero lo ayudó para entrevistarse con el secretario de Estado William Seward y solicitarle ayuda para México contra los invasores franceses, pero no la consiguió: Estados Unidos se hallaba en plena guerra civil.

Romero escribió a México el 31 de mayo: “Conociendo yo los buenos servicios que el general Ghilardi prestó en otra época a la República en circunstancias aciagas y creyendo que en las presentes serían muy útiles al país tales servicios, no vacilé en animarlo para que se fuera, desde luego, diciéndole que tenía casi seguridad de que sería bien recibido y ocupado en nuestro ejército y de que su persona se consideraría como una importante adquisición”. Ese mismo día, Ghilardi se despedía de Lincoln en una carta y lamentaba no haber obtenido apoyo para nuestro país.

Romero encontró ayuda en el ministro del Perú para pagar el viaje del general Ghilardi desde Nueva York hasta Acapulco, vía Panamá, junto con los cinco italianos que lo acompañaban. El ministro mexicano firmó un pagaré por 1,800 pesos contra el ministerio de Hacienda, pero aclaró: “Si, como no lo espero, el Supremo Gobierno no tuviere a bien aprobar este gasto que he hecho guiado solamente de lo que he creído que conducía al mejor servicio de mi patria, aunque sin tener autorización para erogarlo, espero que no por ello se deje de pagar la libranza y suplico a usted que su importe se abone en tal caso a los alcances que tengo contra el erario público como encargado de Negocios de la República”.

El oaxaqueño Matías Romero tenía 25 años. Siete años antes, en 1855, había comenzado a trabajar en el ministerio de Relaciones Exteriores del gobierno liberal triunfante en la revolución contra Antonio López de Santa Anna, y seguramente oyó hablar del italiano Ghilardi. Su juventud Originario de Lucca, ciudad toscana, Ghilardi representa un prototipo del revolucionario liberal internacionalista del siglo XIX. Nacido el 2 agosto de 1810, a los 21 años, al calor de los ideales de libertad e igualdad que se propagaron en Europa, participa en los motines de 1831 contra el absolutismo y en las revueltas y revoluciones en el decenio siguiente. Así, se halla en las luchas en Francia, Portugal y Bélgica bajo bandera liberal. Y en España, contra el bando monárquico carlista.

Con la nueva oleada revolucionaria continental de 1848, Ghilardi combatió en Italia a los austriacos, hasta su rendición en Milán, en julio de ese año, y en Sicilia alcanzó el grado de coronel en la lucha contra la dinastía de los Borbón. Al año siguiente ya forma parte del Estado Mayor de Giuseppe Garibaldi en el sitio de Roma contra las tropas de Francia, que sostienen al papa Pío IX.

Las convulsiones que se vivían en México a mediados del siglo XIX atrajeron a combatientes de diversos países y Ghilardi dispuso su partida a este país, al que llegó a finales de 1853.

Contra Santa Anna

Nombrado general de brigada por el comandante de la Revolución de Ayutla, Juan Álvarez, desde 1854, Ghilardi se había enrolado con las tropas liberales de Santos Degollado en Michoacán, el segundo epicentro de la revolución después del estado de Guerrero. En agosto de 1855 los liberales proclamaron su triunfo en Querétaro y obligaron a Santa Anna a renunciar. En octubre, se expidió la convocatoria para instalar el Congreso constituyente cuyo ideal era establecer un Estado republicano, democrático, civil y laico.

En diciembre, el general Ignacio Comonfort, presidente sustituto, envió a Ghilardi a la Sierra Gorda para apaciguar a los alzados bajo el mando del general José López Uraga, que tenían entre sus jefes a Tomás Mejía y Antonio Montes Velázquez. El 19 de febrero de 1856 los hizo prisioneros, al mismo tiempo que Comonfort inauguraba las sesiones del constituyente.

Los rebeldes que no aceptaron el triunfo liberal, aglutinados bajo la bandera de “Religión y Fueros”, se concentraron en Puebla liderados por el hacendado poblano Antonio de Haro y Tamariz, apoyado por contingentes de los generales Luis G. Osollo, Rómulo Díaz de la Vega, Carlos Oronoz y Miguel Miramón.

El último día de febrero del 56, el presidente Comonfort se dirigió a Puebla con las divisiones de los generales Félix Zuloaga, Anastasio Parrodi, Tomás Moreno y Nicolás Portilla, más una columna móvil bajo el mando de Ghilardi. En la violencia del combate en el sitio de Puebla, el general Ghilardi fue herido en una pierna el 11 de marzo, por lo que solicitó licencia y renuncia a su cargo para ir a curarse a Italia. El Viernes Santo, 21 de marzo, cesó el cañoneo por respeto religioso, al tiempo que llegaron enormes refuerzos de artillería y fusilería. El día 23, los sublevados se rendieron incondicionalmente.

Al año siguiente, el 5 de febrero de 1857 se expidiría la nueva Constitución.

 

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