Desde el levantamiento armado del 16 de septiembre de 1810 transcurrieron escasos cuatro meses en los que alrededor de la figura de Hidalgo se unieron una cantidad de hombres que superaron todas las estadísticas antes vistas en la Nueva España. Las tomas de Guanajuato, Valladolid y Guadalajara no pudieron ser evitadas por el ejército realista e incluso la Ciudad de México pudo caer, de no ser por la controvertida decisión del cura de no avanzar sobre la capital.