Villa, uno de los tres más importantes revolucionarios

La toma de Zacatecas

Javier Garciadiego

En pocos meses, Villa dominó por completo el estado de Chihuahua e instaló su gobierno a finales de 1913. Como mandatario, decretó la confiscación de grandes haciendas (que no fueron repartidas, como hizo Zapata) y subsidió la carne para venderla a bajo precio. Fue su etapa como “revolucionario del pueblo”. A principios de 1914 Villa encargó la gubernatura de Chihuahua a Manuel Chao y a su secretario de gobierno, Manuel Terrazas, para marchar con la División del Norte a Ojinaga. Tomó Torreón y luego Zacatecas, con lo que dio un duro golpe al ejército de Huerta.

 

La toma de Zacatecas hizo de Villa uno de los tres más importantes revolucionarios del momento, pues incidió directamente en la renuncia de Huerta un par de semanas después. Ocupar Zacatecas fue el clímax de la División del Norte, a la que se había incorporado desde marzo el general Felipe Ángeles, gran estratega aunque muy conflictivo en términos políticos. Es indiscutible que Carranza intentó impedir, con varias estratagemas, que Villa tomara Zacatecas, pues le abriría el camino a la capital del país, cuya ocupación lo convertiría en el héroe de la Revolución. Por lo mismo, la relación entre ellos se hizo más tirante de lo que ya era: es más, estuvieron a punto del rompimiento. Para resolver sus diferencias se organizaron unas negociaciones de avenimiento en Torreón. El resultado encumbró a Villa, pues Carranza aceptó convocar, tan pronto se obtuviera el triunfo sobre Huerta, a una Convención donde se acordaran las reformas políticas y sociales que requería el país. Villa pasaba de exitoso militar a ser uno de los diseñadores del futuro del país, situación antes inimaginable, pues era un hombre sin escolaridad y sin antecedentes políticos o ideológicos; en rigor, era un semianalfabeta. Fue la etapa de su mayor protagonismo en la Revolución.

La asignación de responsabilidades está asociada a las preferencias ideológicas. Evitemos discutir quién fue el responsable del fracaso de la Convención. Desde mi punto de vista, eran tan profundas las diferencias sociohistóricas entre Carranza y Villa –y Zapata–, que no había posibilidad alguna de que llegaran a coincidir respecto a las reformas que requería el país. En lugar de ser una instancia de reconciliación, la Convención terminó definiéndose como ‘Soberana’ y proponiéndose como una alternativa al mando de Carranza. Luego del mutuo desconocimiento entre la Convención y Carranza, Villa fue nombrado Comandante en Jefe del Ejército de la Convención, muy superior a su puesto de jefe de la División del Norte. Con este cargo se dirigió a la capital del país, encontrándose con Zapata en Xochimilco, donde establecieron un pacto político-militar, pero donde también evidenciaron sus límites: ninguno podía ser Jefe de Estado; pues eran dos caudillos regionales, que no era poco pero no era suficiente para visualizar los problemas nacionales. Sentarse en la silla presidencial no implicaba tener la capacidad para presidir el país. Fueron los momentos de su máximo poderío… pero pronto empezaría su irreversible declive.

Mientras muchos delegados villistas discutían en la Convención, Villa se preparaba para la guerra contra el Ejército Constitucionalista de Carranza y Obregón. A pesar del pronóstico de muchos, el ejército de la Convención fue vencido de forma total e irreversible en cosa de ocho meses.16 Las razones no solo fueron el uso obregonista de trincheras con alambrado de púas. Hubo razones políticas: el liderazgo de Carranza frente a la anarquía convencionista; también hubo razones militares: la fallida alianza entre villitas y zapatistas, el cierre del mercado municionístico por el estallido de la Primera Guerra Mundial y la pésima estrategia villista; en cuanto razones económicas, el control de la Ciudad de México resultó oneroso, contraproducente, mientras que el dominio de Veracruz permitió a los constitucionalistas contar con el principal puerto del país y obtener impuestos de la cercana zona fabril17 y de la exportación del petróleo; además, meses después se benefició del henequén y de los productos agrícolas del centro de México, el granero del país. Asimismo, mientras los Constitucionalistas fueron expandiéndose paulatinamente al sureste, al sur y al occidente del país, la Convención se contrajo poco a poco, terminando por dominar sólo sus dos regiones originales, por cierto muy distantes entre sí. Sobre todo, los constitucionalistas hicieron alianzas que afectaron negativamente a la Convención: al inicio de la guerra promulgaron su ley agraria –del 6 de enero de 1915– y establecieron un gran pacto con el movimiento obrero.18 Esta estrategia impidió a la Convención atraer a los sectores populares de otras regiones del país.

 

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Javier Garciadiego: Doctor en Historia de México por El Colegio de México y doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Chicago. Ha impartido cursos en la UNAM, el ITAM y El Colegio de México, y ha sido profesor visitante en diferentes universidades del extranjero. En 2010 recibió el premio del INEHRM a la trayectoria en investigación histórica sobre la Revolución Mexicana. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel III), de la Academia Mexicana de la Historia desde 2008 y de la Academia Mexicana de la Lengua. Es autor de numerosos artículos y de varios libros; entre los más recientes destacan: Textos de la Revolución Mexicana (2010), Revolución y exilio en la historia de México. Del amor de un historiador a su patria adoptiva. Homenaje a Friedrich Katz (2010), Ensayos de historia sociopolítica de la Revolución Mexicana (2011) y 1913-1914: de Guadalupe a Teoloyucan (2013). Colaborador asiduo de esta revista desde sus inicios, ha sido director general del INEHRM y presidente de El Colegio de México. Actualmente es director de la Academia Mexicana de Historia.

 

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Villa: revolucionario y bandido