La captura de Morelos

Alfredo Ávila Rueda

Ahora sabemos que la desunión y los conflictos en el mando de los insurgentes, de militares y letrados, ocasionaron la derrota de 1815. El virrey Félix Calleja consideraba que no había nadie con el genio audaz y emprendedor de José María Morelos en toda Nueva España; por eso, después de haberlo capturado, desplegó toda su poderosa maquinaria para consumar su obra de aniquilamiento –moral y material– en la figura del insigne prisionero. Y el generalísimo, vejado, insultado y engrillado, cayó derrotado ante sus jueces.

 

Montaba un mal caballo, aseguró el oficial ante la Junta de Taretan. Si no hubiera sido por eso, don José María Morelos no hubiera sido capturado. Las actas de esa junta instalada en el sur de Michoacán no son muy detalladas. Ni siquiera consignan el nombre del oficial que aquella mañana del 1 de diciembre de 1815 había llevado los pliegos en los que se informaba de la derrota y aprehensión del más destacado defensor del gobierno independiente. Eso me permite imaginar que se trataba de un oficial joven y asustado; agotado por el recorrido desde Temalaca (casi en la frontera con el estado de Puebla), más de quinientos kilómetros a través de una geografía accidentada y difícil. La desazón del mensajero se habrá contagiado a los integrantes de la junta, dependiente o subalterna de los supremos poderes de la América Mexicana, aquella nación que trataban de construir sin éxito. Las noticias eran muy desalentadoras. Casi un mes antes, el 5 de noviembre, esos mismos supremos poderes se hallaban en tránsito a Tehuacán, una plaza que parecía segura, por contar con las tropas al mando de Manuel de Mier y Terán. Al salir de Temalaca, una columna del gobierno virreinal, dirigida por Manuel de la Concha, les dio alcance. El generalísimo Morelos ordenó al gobierno independiente que siguiera avanzando, mientras él y sus hombres se quedaban atrás para detener a los enemigos. Aquello fue un desastre. En poco tiempo, las exhaustas fuerzas de Concha diezmaron a las de Morelos, que habían tenido tiempo de descansar en los días anteriores. Muy parejas en cuanto al número de hombres, las huestes del gobierno español no sufrieron bajas, mientras que las independientes tuvieron lamentables pérdidas. Como alguna vez señaló el profesor Ernesto Lemoine, fue una extraña derrota. El gran estratega cayó frente a un oficial con pocas cualidades militares. De no haber sido por aquel mal caballo –pensaría el oficial que dio a conocer las malas noticias. No creo que ninguno de los integrantes de la Junta de Taretan se sorprendiera con la noticia de esta derrota. Lamentable como era, culminaba un desastroso camino que desde hacía dos años había empezado a recorrer Morelos.

 

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