Sombreros de vestir para todos los gustos

Pablo Dueñas

El sombrero de vestir masculino tuvo sus modelos emblemáticos. Sin duda, el borsalino fue uno de los más populares, sobre todo por su uso en las películas de ambiente citadino, como las de Juan Orol, en las que sus protagonistas invariablemente lo utilizaban, al igual que su variante el trilby, caracterizado por su ala corta y orientada hacia abajo en la parte frontal; éste era sinónimo de elegancia, propio de quienes pretendían sentirse galanes.

El borsalino fue un sombrero de uso masivo; lo portaban por igual los obreros, los “rotos-prángana” y gente de “la alta”; habitualmente confeccionado con pelo de conejo o liebre, cuya creación correspondió al diseñador italiano Giuseppe Borsalino. Un modelo muy parecido fue el llamado fedora, caracterizado por su ala más ancha.

La chistera o sombrero de copa también tuvo gran uso durante el siglo XIX y los primeros años del siguiente. Estaba destinado para las grandes ocasiones; era habitual entre políticos y gente de alcurnia, quienes hicieron de él una prenda que apareció cotidianamente en semanarios y periódicos que reseñaban reuniones de los altos círculos sociales. Los había de piel de castor, seda o fieltro.

El bombín, de copa semiesférica, confeccionado de fieltro, piel o seda, habitualmente de ala corta, se puso de moda a finales del siglo XIX. Charles Chaplin lo inmortalizó a través de sus numerosas películas. Otro sombrero de gran uso fue el canotier, hecho de paja con la copa recta y el ala corta; aunque era preferido por los deportistas, sus íconos fueron el actor francés Maurice Chevalier y el estadunidense Fred Astaire.

El sombrero panamá o jipijapa fue otro modelo muy gustado, cuya materia prima provenía de una palmera originaria de Ecuador. De ala ancha como el fedora, su color claro le aportaba un aire juvenil, aunque el costo era muy elevado y no cualquiera podía comprarlo. También el sarakof o salacot, de origen inglés, tuvo amplia aceptación durante las primeras décadas del siglo XX. Diseñado para los cazadores, fue uno de los modelos favoritos del general revolucionario Francisco Villa.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Sombreros de vestir, para todos los gustos” del autor Pablo Dueñas y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 93.