Recuerdos de un viejo insurgente

Guadalupe Jiménez Codinach

La tarde era triste y lluviosa. La ciudad de México se envolvía en una niebla gris cuando un hombre de edad llamó a la puerta de la Academia de San Juan de Letrán. Vestido correctamente de negro, corbata blanca y un sombrero algo maltratado, este hombre de rostro moreno, ojos negros expresivos y brillantes, frente amplia y majestuosa, entró al edificio de la Academia y sin más preámbulo dijo: “Vengo a ver qué hacen mis muchachos”. Los jóvenes miembros de la Academia, poetas, literatos, escritores y periodistas se pusieron de pie entusiasmados. El visitante era don Andrés Quintana Roo, ex secretario de don José María Morelos y Pavón.[1]

La anécdota anterior es relatada por Guillermo Prieto, quien nos dice además que a la edad de 19 años Quintana Roo era “…el consejo y el espíritu levantado del gran Morelos”. Honrado, sabio y modesto, don Andrés era un distinguido latinista y un escritor prolífico. Entre los relatos de su participación en la guerra de independencia es interesante su descripción de la instalación del Congreso de Chilpancingo en 1813.

Quintana Roo habló de Morelos a Guillermo Prieto. Lo describía como “…un clérigo fornido, cariancho, moreno, de grande empuje al andar y movimientos, de voz sonora y dulce”.[2] Andrés Quintana Roo recordaba emocionado cómo aquel año de 1813 el caudillo insurgente le dijo:

Siéntese usted y óigame, señor Licenciado; porque de hablar tengo mañana, temo decir un despropósito; yo soy ignorante y quiero decir lo que está en mi corazón; ponga cuidado, déjeme decirle, cuando acabe, me corrige para que sólo le diga cosas en razón.

Quintana Roo escuchó atento las palabras de Morelos, quien se paseaba con su chaqueta blanca y su pañuelo en la cabeza. Con un lenguaje deficiente, sembrado de modismos, don José María sintetizó a su secretario el conjunto de creencias contenidas en los Sentimientos de la Nación, el documento más importante elaborado por Morelos y que éste leería ante el Congreso de Chilpancingo al día siguiente de su conversación con Quintana Roo. Los Sentimientos de la Nación reflejan una avanzada concepción de la política y de lo social que aún hoy en día sigue teniendo vigencia. Se trata de una firme defensa de los derechos del hombre, de la división de poderes, de la separación de la Iglesia y el Estado, de la libertad de comercio y de otros valores que, junto con los anteriores, fueron incorporados a la Constitución de Apatzingán cuya promulgación en 1814 fue presenciada por el propio dirigente rebelde.

Lleno de admiración, el joven Andrés apenas pudo balbucir: “Digo, señor…  que Dios bendiga a usted…” y abrazó al caudillo insurgente. Morelos, que era un chancero y tenía buen sentido del humor, le contestó: “¡Vaya un licenciado disparatero!”

 

Esta publicación es un fragmento del artículo ““El hombre más extraordinario”” de la autora Guadalupe Jiménez Codinach. Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #5 impresa:

Morelos. El hombre más extraordinario. Versión impresa.

 

Si desea leer más artículos sobre la Independencia de México, dé clic en nuestra sección Guerra de Independencia.

 

[1] Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos, México, Editorial Patria, 1969, p. 123.

[2] Ibidem, p. 125.