La máquina de escribir enmudeció ese 13 de julio de 1942. Su dueña, aquella mujer que la ametrallaba con vehemencia para estampar ideas, críticas y reflexiones, había fallecido. Y no solo eso: la hija tuvo que vender la reliquia en que su madre escribió cientos de agudos artículos y ardientes discursos para costear su entierro. Así partía de este mundo la liberal, revolucionaria y luchadora social Juana Belén Gutiérrez de Mendoza.
Era el amanecer de un día nevado en San Juan del Río, Durango, cuando el duro invierno vio nacer a Juana Belén el 27 de enero de 1875. El campo y las minas rodearon su infancia, pero también la explotación de los trabajadores, la miseria, la marginación y la carencia educativa. De hecho, en 1892, a los diecisiete años, se casó con el minero Cirilo Mendoza, a quien enseñaría a leer y escribir.
Para 1897 la encontramos en la zona minera de Chihuahua y como colaboradora de los periódicos de oposición al porfirismo El Diario del Hogar y El Hijo del Ahuizote. Allí vive su primer encierro a causa de sus escritos. Al año siguiente ya está en Coahuila, donde la vuelven a meter a la cárcel por alrededor de cuatro meses.
De formación autodidacta, Juana Belén es firme simpatizante del liberalismo de la generación de la Reforma, así como dura opositora a los abusos del porfirismo y del clero católico. Es por ello que cuando se organiza el famoso Congreso Liberal de 1901 en San Luis Potosí, se convierte en su defensora y difunde su programa e ideas a través de Vésper, su célebre periódico fundado en ese mismo año en la ciudad de Guanajuato.
Nunca antes en la historia de México una mujer había fundado y dirigido un periódico político, mucho menos de oposición al gobierno. En Vésper, Gutiérrez de Mendoza criticó la concentración del poder en el presidente, la sujeción de los legisladores y jueces a su mandato, así como los abusos de los gobernadores estatales. Por ello, El Diario del Hogar la llamaba “nuestra Juana de Arco” y los Flores Magón, a través de Regeneración, se congratulaban de su labor periodística en favor de la libertad del pueblo.
Sin embargo, pronto el diario fue clausurado y Juana Belén tuvo que salir de Guanajuato. Luego de dedicarse a impulsar o dirigir clubes liberales, se estableció en Ciudad de México y allí continuó con la publicación de Vésper. Para 1903 fue elegida primera vocal del Club Liberal Ponciano Arriaga, integrado también por Camilo Arriaga, Antonio Díaz Soto y Gama, Ricardo Flores Magón, entre otros.
Al poco tiempo, la mayoría de ese grupo fue encarcelada. A Juana Belén la acusaron de sedición y rebelión, por lo que permaneció varios meses en la prisión de Belén. Tras ser liberada, partió al exilio a Estados Unidos, siguiendo a los demás liberales que ya se habían establecido allí. Desde el país vecino, reanudó la edición de Vésper.
Después entró en conflicto con Flores Magón y se distanció del grupo al inclinarse por la transformación de la nación por la vía democrática. En 1905 regresó a México y no cesó en su empeño de “justicia y libertad” (el lema de Vésper). Más tarde se unió al maderismo. En 1909 contribuyó a fundar el Club Político Femenil Amigas del Pueblo y el Club Hijas de Cuauhtémoc que, durante la campaña electoral de Francisco I. Madero, exigieron el derecho al voto y “la total emancipación de la mujer mexicana”.
Tras el triunfo de la revolución y luego de decepcionarse del gobierno maderista, Gutiérrez de Mendoza se inclina por el zapatismo y se establece en Morelos. Desde allí apoya la causa mediante propaganda y con su incesante labor periodística. El caudillo Emiliano Zapata incluso la pone al frente de un regimiento militar, llamado Victoria, y la nombra coronela.
En el zapatismo, además de combatir al régimen usurpador de Victoriano Huerta, lucha por mejorar las condiciones de campesinos e indígenas mediante programas de reparto agrario y educativos, principalmente. Durante el huertismo también iría a prisión, lo mismo que en la guerra entre las facciones revolucionarias por oponerse al carrancismo.
Terminada la lucha armada, en 1922 se vuelve maestra misionera de la cruzada vasconcelista contra el analfabetismo en Jalisco y Zacatecas. Años después es nombrada inspectora de escuelas rurales en este último estado, donde también fundaría la organización indigenista Consejo de los Caxcanes.
Su visión a favor de los indígenas quedó plasmada en ¡Por la tierra y por la raza! (1924). Luego fue nombrada directora del Hospital Civil zacatecano. Ya de regreso en Ciudad de México, en 1932 publicó la última época de Vésper. Un lustro más tarde partió a Michoacán para dirigir la Escuela Industrial para Señoritas de Morelia, bajo el amparo del gobernador Gildardo Magaña, antiguo compañero zapatista.
Su pensión de cinco pesos, otorgada por el Estado mexicano por sus servicios a la Revolución, no le alcanzaría para tener una vida sin preocupaciones. Enferma, pero sin dejar la lucha social ni rendirse ante la indiferencia, finalmente muere en la pobreza en Ciudad de México, a los 67 años.
Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "Juana B. Gutiérrez de Mendoza" del autor Ricardo Cruz García que se publicó en Relatos e Historias en México, número 123. Cómprala aquí.