Oaxaca, antigua y moderna

La mirada de dos italianos entre el Porfiriato y la posrevolución
Daniela Traffano

 

Desde el siglo XIX, en especial en sus últimas décadas, los italianos representaron una presencia importante entre los extranjeros en México. En un periodo en que su nación vivía entre crisis y guerras, muchos de ellos llegaron a este país atraídos por su avance hacia la modernidad, pero también por las huellas de las enigmáticas y fascinantes civilizaciones antiguas. En aquellos años, Oaxaca ya era una visita obligada para los viajeros que buscaban aventuras, maravillarse con las grandes culturas del pasado y conocer el progreso de la América hispana.

 

 

Entre 1907 y 1927, dos italianos pasaron por Oaxaca y dejaron testimonios de sus viajes por esta tierra sureña. El primero, Adolfo Dollero, acompañado por un ingeniero y un médico, visitó el estado en su recorrido por la república y compartió sus andanzas a los interesados en un texto publicado en español en 1911. El segundo, Guido Valeriano Callegari, pasó tres semanas de 1927 en la ciudad de Oaxaca visitando sus calles, edificios y templos, así como sus alrededores. Describió su estancia en un breve artículo que se publicó en italiano en mayo del siguiente año.

 

Ambos autores nacieron en la década de los setenta y en el norte de Italia: Callegari en Parma, en 1876; Dollero en Turín, en 1872. A pesar de estas débiles coincidencias, sus vidas tomaron rumbos diferentes.

 

Un aventurero moderno

 

De Dollero se sabe que fue empleado de banca y militar con grados en el cuerpo de los Bersaglieri, aunque también se desempeñó como escritor, historiador y viajero. La información disponible nos permite reconstruir que, a los veintidós años, en Turín, cumplió con la leva militar –seguramente obligatoria en la época– y que en 1892 trabajaba en el banco de los hermanos Marsaglia. A partir de 1895 empiezan sus frecuentes traslados entre Italia, Francia, Cuba, Colombia, Venezuela y México. Los registros de pasajeros de la isla Ellis (corazón de la inmigración en Nueva York, EUA) dan fe de su tránsito por los puertos de Génova, Burdeos y Key West. Un estudio sobre el personaje1 nos cuenta de sus residencias en Turín, París, La Habana, probablemente Bogotá y Caracas, así como Ciudad de México.

 

No son claras las razones de Dollero para emprender su primer viaje a México; sin embargo, es importante recordar que durante las últimas décadas del siglo XIX el gobierno nacional había promovido campañas de inmigración europea a fin de resolver el problema de la subexplotación de los recursos para la producción agrícola en el territorio y favorecer el “blanqueamiento” de la población. En este contexto, en distintas ocasiones grupos de colonos italianos habían desembarcado en el puerto de Veracruz para que se les entregaran tierras en zonas de Puebla, Morelos, Veracruz o los alrededores de Ciudad de México.

 

Por su parte, en Italia, una política de proteccionismo que favorecía las alianzas entre los latifundistas del sur y la burguesía del norte estaba empujando a la miseria a comunidades enteras de campesinos que para esos años habían empezado una migración masiva hacia el continente americano. Las estadísticas afirman que entre 1881 y 1901 más de dos millones de italianos dejaron el país.

 

Las familias de colonos que llegaron a México encontraron graves dificultades en sus caminos y en muchos casos fracasaron en sus intentos. Otros, la minoría quizá, pudieron establecerse con éxito y construir actividades prósperas y estables. Carlo Cattaneo, ministro plenipotenciario del reino de Italia, decía en 1870 que “la Colonia Italiana es pequeña en número […] se encuentran propietarios de almacenes de importación y exportación en los puertos del Pacífico, Tampico, Veracruz, Campeche, Tabasco […] y en la capital hay comerciantes de mármol y telas, dueños de cafeterías, posadas, restaurantes, médicos y mineros”.

 

Italia y México tenían también relaciones comerciales: “las importaciones eran principalmente de vinos, bebidas alcohólicas, pastas, papel, mármol y embutidos. Las exportaciones hacia Italia salían de Matamoros, Tampico y Veracruz y consistían en madera para muebles, tabaco, cacao, cochinilla, etc.”. Para 1894, la comunidad italiana de la capital –formada por acomodados hombres de negocio, intelectuales, profesionales, diplomáticos– fundó una sociedad de beneficencia, ahorro y ayuda mutua con la finalidad de “apoyar, en caso de padecimiento o incapacidad para el trabajo, a los italianos desamparados o enfermos; de promover entre los connacionales la cooperación, el orden, el ahorro y la instrucción […] y sobre todo de ‘mantener siempre vivo y eficaz el sentimiento de la Patria Italiana’”.

 

También prosperaron las iniciativas culturales, contexto en el que destaca la figura de Dollero. En septiembre de 1901, con el ingeniero Cesare Novi, fundó en Ciudad de México la asociación cultural Dante Alighieri, que promovió la instalación de una biblioteca, la organización de cursos de italiano y la impartición de conferencias. Su actividad intelectual se expresó también a través de una serie importante de publicaciones: algunas sobre la cultura cubana y las provincias de la isla fueron entregadas al público entre 1915 y 1921 en La Habana; otra relativa al movimiento cultural de Colombia salió en Bogotá en 1930, y unas más sobre Venezuela fueron editadas en Caracas en 1933.

 

El texto que nos interesa antecedió a todos los mencionados. México al día. Impresiones y notas de viaje, escrito en 1909, se publicó dos años después en México y en español, bajo el sello de la Librería de la Vda. de C. Bouret, mientras que la traducción al italiano salió en Milán en 1914, con el título Il Messico d’oggi (El México de hoy).

 

Se trata de un volumen de más de novecientas páginas que entregan al lector la experiencia de tres viajeros que recorrieron, hacia 1909, todo el país. Nuestro autor, acompañado del químico Arturo Vaucresson y el ingeniero Armando Bornetti, visitó los territorios de la república enfocando su mirada sobre todo en la situación económico-productiva y de infraestructuras del país –transportes y vías de comunicación, principalmente, pero también escuelas, instalaciones urbanas y para la salud de la población–, lo que daba su razón de ser a todo el volumen. En respaldo al régimen porfirista que vivía su última etapa, el autor plantea en su presentación:

 

“Al hacer México al día no he pretendido hacer obra literaria, sino demostrar que esta República es un país de porvenir halagüeño, y que aquí el capital puede ser invertido de mil maneras, todas con alicientes magníficos, y bajo la égida de un Gobierno firme, apto, civil, moderno, que ampara eficazmente a mexicanos y extranjeros.”

 

A lo largo de dos capítulos, Dollero relata su viaje por el estado de Oaxaca y en sesenta páginas describe el ferrocarril en sus diversos tramos, carreteras y ríos. Al centro de su atención se encuentran todas las actividades productivas de la entidad: la explotación (activa o histórica) de yacimientos de distintos minerales; el cultivo, para subsistencia o actividad comercial, de productos agrícolas como el maíz, caña de azúcar, café, frutas y hortalizas, arroz, tabaco, cacao, algodón, entre otros; la ganadería, así como la incipiente actividad industrial con la producción de hilados, zapatos, cigarros, azúcar, cerveza, jabón y más.

 

Un conocedor de la América antigua

 

Respecto a Guido Valeriano Callegari, su biografía nos ofrece la figura de un científico, intelectual, promotor de la cultura, historiador y literato. En su vida, los viajes tuvieron propósitos de investigación y difusión. Licenciado en 1902 en Letras con una tesis sobre geografía, dirigió sus intereses hacia la filosofía y la astronomía, y luego hacia la historia y las creencias de las poblaciones nativas de América. En sus memorias escribió: “en 1906 principié mi pasión por los estudios de americanística […] por las formas tan nuevas y únicas del arte pictórico, la plástica y la arquitectura de los náhuatl [sic] y los mayas”.

 

La historia del arte, la antropología, la etnografía y las campañas de excavación de zonas arqueológicas marcaron su intensa actividad intelectual, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial, cuando Callegari escogió la americanística como su único campo de investigación. Después de publicar en 1908 El México antiguo-historia y civilización, empieza su participación en los congresos internacionales de americanistas (Viena en 1908, Gotemburgo en 1924 y Roma en 1926, que él organiza; Nueva York en 1928, Hamburgo en 1930, La Plata en 1932 y Sevilla en 1935).

 

Rescatamos en particular la reunión de Roma que él organizó, y la de La Plata, adonde viajó como representante oficial del ministro de la Educación Nacional de Italia. Las demás ocasiones fueron espacios privilegiados para difundir sus estudios e investigaciones. En este sentido, dos viajes a México de exploración arqueológica, visitas históricas y relaciones académicas y culturales marcaron su trayectoria. En el primero, en 1923, Callegari recorrió ciudades como Veracruz, Ciudad de México, Tlaxcala, Querétaro y Oaxaca. Privilegió los espacios de la arqueología como Teotihuacan, el Museo Nacional o Monte Albán, además de que conoció a personajes de ese ámbito como Manuel Gamio y Zelia Nuttall.

 

En 1927, con el encargo de recolectar material arqueológico, regresa a México y, en Oaxaca, visita la tumba de la princesa mixteca Donaji en las ruinas del atrio del templo de Cuilápam. Desde 1916 había empezado a catalogar y difundir distintas colecciones de vestigios prehispánicos presentes en varios museos o institutos de antropología de la república italiana (Turín, Florencia, Génova, Roma), trabajo que es coronado en 1933, cuando Callegari edita el catálogo de la Exposición del arte antiguo de América Latina, organizado en Roma por la Dirección General de Antigüedades y Bellas Artes.

 

Sus investigaciones y resultados se difundieron en una importante cantidad de publicaciones hasta la mitad de los años treinta. Son particularmente  interesantes sus colaboraciones en las revistas Le Vie d’Italia e dell’America Latina, Cultura Moderna y La Scienza Per Tutti.

 

 

Si quieres saber más, busca el artículo completo "Oaxaca, antigua y moderna" de la autora Daniela Traffano que se publicó en Relatos e Historias en México, número 120. Cómprala aquí