“Monstruos” del siglo XVIII

Verónica Cervantes

Varias de las deformidades presentadas en siglos pasados no fueron producto de nacimiento, sino de enfermedades como la lepra, polio, artritis, etcétera, que degeneraban o dejaban secuelas en el cuerpo. Hasta nuestros días se lucra en diversos medios de comunicación con la imagen de rostros deformes. El señalamiento hacia lo extraordinario parece no tener fecha de caducidad.

 

En Nueva España –como en el México independiente– una parte de las personas con cuerpos enfermos, fragmentados o “malformados” fueron llamadas “monstruos”. La voz de “monstruo” aludió tanto a seres de sangre y carne como ficticios. En la prensa del periodo virreinal se dieron a conocer casos de esos “monstruos” humanos. Los periódicos de la época destinaron espacios para describir la imagen de niñas, niños, mujeres y varones de todas las edades con malformaciones físicas. De 1784 a 1785 (según el Índice de todas las noticias que contienen las Gazetas de esos años, publicado el 27 de diciembrede 1785) se expusieron cinco casos de “muchachos monstruosos”. Entre ellos(as) se encontró una niña de tres años sin brazos, un niño con dos lenguas, otra con un solo ojo y uno con la cabeza desproporcionada. Los editores, no conformes con exponer su condición en ocasiones agregaron información personal como nombre, parentesco y domicilio. Incluso publicaron dibujos o retratos de esas “criaturas”.

De los “monstruos” del siglo XVIII destaca un niño de tres años porque su cara y cuerpo estaban cubiertos por completo de vello. Según la realidad de esa centuria, un monstruo fue un natural de ocho años cuyas piernas y pies eran “dos imperfectas bolas mayores y dos menores” en las que apenas se distinguían cuatro dedos (sin uñas ni huesos) en cada una. Hay que recordar que lo monstruoso abarcó lo feo y lo que causaba pavor, pero también lo desproporcionado y lo extremadamente grande. Por eso, cuando Joseph Hilario, un joven de 18 años, enfermó por comer doce libras con seis onzas de barro diario, el médico lo encontró “hecho un monstruo de inflado”.

No todas las personas “monstruo” causaron el mismo asombro. El aspecto de algunas fue tan increíble que su existencia se tuvo que atestiguar. El 2 de febrero de 1789, Joseph Manuel de Zárate, escribano mayor de Querétaro, certificó “en testimonio de verdad” la vida de un bebé “monstruo”, de dos meses de edad, de nombre Joseph María. El recién nacido, hijo de Antonio Ramón y María Isabel, “indios otomíes cerrados” provenientes de Chamacuero, también fue visitado por el médico Francisco de Inza y el cirujano Joseph Antonio Sotomayor, así como por otras autoridades que sirvieron como testigos. Según el informe, el pequeño Joseph María nació con “cuatro piernas y otros tantos pies y en ellos veintitrés dedos, cuatro nalgas, dos miembros viriles, dos bolsas testiculares y un solo teste en cada bolsa”. Al revisarlo por la espalda observaron que“bajo las dos nalgas naturales están contiguas las otras dos menores y unidas a ellas las pequeñas piernas referidas”. Fuera de eso, el niño “en todas las demás partes de su cuerpo es perfecto”.

Así como la –dudosa– historia de Joseph María circularon otras. En Pachuca, por ejemplo, se supo de una niña con un solo ojo, una nariz sin fosas cargada del lado izquierdo, sin labios y con seis dedos en cada mano. En Sombrerete, supuestamente nació una “criatura de figura monstruosa” ya que tenía dos narices, tres encías, un solo ojo, frente chica y abundante vello; sus muslos fueron comparados con bolas debido a que poseía tres rodillas. Estos tres casos se dieron a conocer en algunos diarios novohispanos a finales del siglo XVIII. Si bien es cierto que su veracidad es cuestionable y que hay que tener presente que los editores gustaron de noticias llamativas para atraer al público lector, también es posible que algún caso no estuviera tan alejado de la realidad. Hace unos meses, el 20 de febrero del 2022, La Razón, un periodo español, publicó la historia de una “niña que nació con dos narices y una trompa”, la cual “ha causado temor al resto de la población por su apariencia”.

 

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