Mayahuel no es la diosa del maguey

Rodolfo Ramírez Rodríguez

 

Según la leyenda, a fin de brindar felicidad a la humanidad, el dios Ehécatl-Quetzalcóatl proporcionó el agave, que representaba no solo una fuente de la cual extraer licor, sino que servía para el sustento cotidiano, pues de la planta se pueden obtener productos para la alimentación, el vestido y la vivienda.

 

Hernando de Alvarado Tezozómoc, descendiente de Motecuhzoma II, en su Crónica mexicana datada en 1598, escribe que el dios del maguey es Meteotl, una deidad de los mercaderes en Mesoamérica, como se puede ver en los murales del Epiclásico (650-900, aproximadamente) realizados en Cacaxtla, Tlaxcala. Por otra parte, para el historiador belga Michel Graulich es Mecitli, “liebre del maguey”, quien fue la diosa celestial (Luna) que había amamantado a Mixcóatl, en su faceta de Venus, y a otros dioses del pulque como Tlamatzincatl, Izquitécatl y Totoltecatl.

Mecitli, según la Leyenda de los soles, se identifica con Tlalteuctli, deidad a veces llamada “señor de la tierra” y en otras “vuestra madre” (cuyas advocaciones a veces se confunden con Coatlicue, Cihuacóatl, Quilaztli y Tlazoltéotl), a quien deberían sustentar los cuatrocientos mimixcoas o guerreros surianos, entre los que se encontraban Cuautlicohuauh, Mixcóhuatl, Cuitlachcihual, Tlotépetl y Apanteuctli, a los cuales se les daría la posibilidad de gobernar y sacrificar a sus otros hermanos.

Mecitli puede ser también una metátesis (cambio de lugar de uno o más sonidos dentro de una palabra) de Meictli, “hilo de maguey” o “virgen de maguey”, lo que supondría una mejor comprensión del vocablo para referirse a la diosa virgen. Considerando las referencias anteriores, surge la cuestión de por qué seguimos usando Mayahuel para nombrar a la diosa del agave, que en su faceta de deidad agrícola también se relaciona con Tlazoltéotl, Xochiquétzal y Cihuacóatl, como lo ha señalado la filóloga polaca Katarzyna Mikulska.

 

La aparición de Mayahuel

 

La primera mención del nombre Mayahuel está en el manuscrito en francés titulado Histoire du Mechique, traducido del español en el siglo XVI. No se conoce al autor del texto original en español ni a quien lo tradujo al francés, pero el franciscano –luego secularizado– André Thevet aparece como propietario y firmante de ese documento que hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional de Francia.

La creación del texto puede situarse en una fecha posterior a 1546. Su promotor pudiera ser fray Andrés de Olmos, quien realizó una copiosa investigación sobre el pasado “gentílico de los naturales”, de la que pudo desprenderse un “epílogo o suma” de lo que dicho libro contenía, el cual sería el origen de la Histoire y fue utilizado tanto por fray Jerónimo de Mendieta para realizar su Historia eclesiástica indiana (1590), como para la Relación de la Nueva España de Alonso de Zorita (1585).

Puede considerarse a Histoire du Mechique como un producto derivado de la lectura acuciosa con fines ideológico-religiosos, que a su vez interpretaba la historia de un pueblo al que apenas se intentaba cristianizar y del cual si acaso se llegaría a comprender su concepción cultural del mundo. Además, la versión original en castellano fue traducida al francés sin conocimiento del náhuatl histórico, del que en ocasiones era difícil comprender el contenido gramatical, por lo que se deduce que pudo tener numerosos errores ortográficos y aliteraciones.

De tal modo que el texto que refiere a Mayahuel puede no tener la estructura gramatical adecuada de esta voz nahua, además de la metátesis a la que pudo haber sido sometida del náhuatl al castellano, y de ahí al francés. Aquí reproducimos el párrafo donde aparece por primera vez, en el momento en que los dioses creadores se cuestionan respecto a proporcionar a la humanidad algo que le dé felicidad: “Voici l’homme será tout triste si nous ne faisons quelque chose pour le resiouir, et afin quil prenne plaisir de vivre en la terra et quil nos loue et chante et danse”, que en español es: “He aquí que el hombre estará muy triste si nosotros no hacemos alguna cosa para alegrarlo, a fin de que tome gusto a vivir sobre la tierra y nos alabe, cante y dance”.

Pero luego el escritor europeo menciona que la felicidad humana podía colmarse con “algún licor que dar al hombre para alegrarlo” (trouver quelque liqueur pour bailler a l’homme pour le faire esiouir), lo cual parece ser más una interpretación tendenciosa del autor al circunscribir la felicidad al consumo de una bebida alcohólica, tal vez con la intención de denostar a esta al atribuirla a un pueblo no cristiano y que con frecuencia era incontinente en la realización de sus fiestas, mitotes y excesos.

En este punto hay que señalar que el dios civilizador Ehécatl-Quetzalcóatl, una de las fuerzas divinas primordiales, debía pensar en brindar una fuente inagotable no solo de licores (pulque, principalmente), sino de infinitas utilidades que ayudasen a colmar de manera cotidiana la alimentación (aguamiel, miel, vinagre, mixiotes, flores), el vestido (mantas y cordeles de ixtle, agujas e hilo para coser) y la vivienda (cuencos, recipientes, troncos, tejas y quiotes para pilastras), así como de papel para los códices. Esa fuente era el agave, que además era un ícono del siempre trabajoso pero noble oficio de la agricultura en Mesoamérica.

El texto inserta por primera y única vez el nombre de la diosa del maguey cuando a Ehécatl “le vino a la memoria una diosa virgen llamada Mayahuel” (en quoy pensant luy vint a la memoire une deesse vierge nomee Mayauetl), que, como se lee, está escrito incorrectamente en el texto en francés. Este nombre, sin embargo, se divulgaría rápidamente luego de su primera edición al francés en 1905, y más tarde al traducirse al español por Joaquín Meade en 1961, publicado por Wigberto Jiménez Moreno. Y después se volvió más popular aún con Ángel María Garibay en su Teogonía e historia de los mexicanos, en 1965.

Cabe destacar que en el primer texto en francés se encuentran errores muy notables que fueron corregidos en ediciones posteriores; por ejemplo, las palabras que mencionan la transformación de Ehécatl y Mayahuel, al llegar al mundo terrenal, en un árbol con dos ramas cuyos nombres eran quetzalhuéxotl y xochicuáhuitl, pero que en el documento en francés dice “quecalhuexolt” y “choquicauitl”, resaltando la metátesis gramatical de ambas palabras en náhuatl. Esto nos lleva a ponderar que el original en castellano debió ser conocido por los posteriores cronistas de la orden franciscana.

 

La descubridora del aguamiel

 

Otra aparición del nombre Mayahuel se encuentra en la recopilación de fray Bernardino de Sahagún hecha hacia 1570 y que mucho tiempo después sería conocida como la Historia general de las cosas de Nueva España. Cuando Sahagún habla de la fiesta del décimo tercer mes del calendario nahua, dedicada a honrar a los montes, o Tepeílhuitl, refiere que se sacrificaba a tres mujeres –que representaban a igual número de volcanes de Tlaxcala: Matlalcuéyetl, Xochitécatl y Tepexoch– a Mayauel, que era “imagen de los magueyes”, y al hombre Milnáuatl, que era “imagen de las culebras”, aunque la traducción más correcta de este es “el cercano a la milpa”.

Asimismo, cuando habla del grupo de los anahuaca- mixteca, del golfo de México, describe que “ellos inventaron el modo de hacer el vino de la tierra [tlaloctli]; era mujer la que comenzó y supo primero agujerar los magueyes, para sacar la miel de que se hace el vino”. Esta mujer se llamaba Mayauel, la descubridora del aguamiel. No dice que ella sea la diosa del maguey, aparte de que se lee en el texto de Sahagún que el inventor de la manera de hacer el pulque fue un hombre: “el que halló primero las raíces que echan en la miel [para fermentar] se llamaba Pantécatl”, quien es interpretado como el primer hombre según Graulich. Además, se corrobora la existencia de otros inventores del pulque como Tepuztecatl, Quatlapanqui, Tliloa, Papaztactzocaca, quienes debieron agregar diferentes implementos para fermentar el octli. En ambos casos, la paleografía original del también llamado Códice Florentino es Maiauel, normalizada como Mayahuel.

Por su parte, fray Diego Durán recoge la grafía ya divulgada de Mayahuel cuando habla de la fiesta de Tlacaxipehualiztli, en la cual se solemnizaba a todos los dioses del panteón mexica, sacrificando a sus imágenes o representantes humanos preparados para tal fin. De modo que Mayahuel era más bien la “representante” del maguey o de su primera descubridora.

 

Lo correcto es Meyehual

 

Lo extraño de todo es que no haya sido corregida la palabra Mayahuel, e incluso que importantes conocedores del náhuatl la hayan dejado así. Lo cierto es que se encuentra errado ya desde mediados del siglo XVI para el caso de la Histoire du Mechique, lo que se explica por el desconocimiento de la composición sintáctica del náhuatl para ese momento. Sin embargo, no queda claro por qué se siguió usando esa voz en textos posteriores.

Mucho tiempo después, ya en el siglo XX, se da un cambio tanto en la interpretación como en el método en que se traducía con la aportación del padre Ángel María Garibay, quien en un pequeño pero importante estudio analítico de los textos del siglo XVI, realizado en 1945 y titulado Épica náhuatl, manifiesta lo siguiente al traducir textos de Ixtlilxóchitl, Tezozómoc y Diego Muñoz Camargo:

 

“Aquí hallamos la materia épica en nuestra propia lengua, tomada como materia de historia. Lamentablemente es que haya tenido por historia lo que era solamente prosificación de la leyenda heroica: lo que cantaban los trovadores y cuicanime de las cortes de Texcoco, Tenochtitlan y Tlaxcala o Huexotzinco, fue tomado por documento histórico.”

 

Lo anterior resulta muy cierto para el caso particular de esta historia –o más bien leyenda– de Mayahuel, la cual ha impactado en el imaginario de historiadores, arqueólogos y antropólogos como si fuera un hecho real, no solo por el contenido sino también por la gramática vertida en los textos, aunque más bien sea una bella metáfora literaria de los pueblos mesoamericanos para explicar el descubrimiento del agave y sus diferentes usos y beneficios. Pero lo importante de esto es que en el texto de Garibay por primera vez es denominada como Meyahuel, transcribiéndose de otra manera la leyenda de la creación del maguey:

 

“Hecho esto, aún dijeron todos los dioses: —Triste vivirá el hombre, si no hacemos para él algo que le produzca alegría. Es menester crear algo que le haga tomar amor a la Tierra, para que cante y baile, para que nos sirva y alabe. Oyó aquello el Dios del Viento, y se puso a cavilar en dónde podría hallar lo que los dioses pedían. Vino a su memoria el recuerdo de una hermosa doncella llamada Meyahuel.”

 

Aunque no es la versión más apegada al texto original, coincide mucho mejor con el deseo divino de que la humanidad tuviera algo que le proporcionara felicidad para que, a su vez, aquella pudiera rendir un homenaje completo a los dioses creadores. Así que la idea popularizada hoy día de que Meyahuel es la diosa de la embriaguez es mera falacia.

Entonces, el nombre verdadero es aquel que proviene de la raíz náhuatl metl (maguey o agave) y yahualli (rodear), dando por consiguiente Meyahuel o Meyehual, lo que en conjunción significaría “el redondel de magueyes” o “lo que rodea al maguey”, cuya interpretación sería el espíritu divino que rodea o se encuentra en la planta. Esto lo podemos comprobar con la existencia de un pueblo originario en Iztapalapa que actualmente ostenta el nombre del “lugar de quien rodea al maguey” o “lugar de la diosa Meyehual”, que es Santa Cruz Meyehualco, en la gran Ciudad de México.