Los secretos del pasado en Nueva España

Pilar Gonzalbo Aizpuru

Las familias novohispanas eran complejas, porque ante todo la sociedad urbana era dinámica, plural y, hasta cierto punto, excepcional.

 

Es mucho lo que podría decirse de un pasado que se antoja más cercano cuanto más lo conocemos. Podría seguir refiriéndome a matrimonios frustrados y maternidades vergonzosas, a vocaciones religiosas incumplidas por falta de escuela para los jóvenes y dote para las doncellas, de vidas prometedoras abortadas por enfermedades que nadie conocía o que a todos afectaban, de la satisfacción de artesanos laboriosos y la desesperación de obrajeros encadenados, de la opulencia de unos pocos y la desgarradora miseria de muchos, de la añoranza de la infancia nunca olvidada, en una tierra muy lejana e inaccesible, o de las expectativas de una riqueza en el futuro, que borraría las tristes experiencias del presente o los humillantes recuerdos del pasado.

La fortuna podía cambiar más de una vez en el transcurso de una vida, mientras se forjaba una sociedad y una cultura que eran mucho más que el tiempo de una generación, más que las campanas llamando a la oración, las fiestas en honor de santos reales o imaginarios, más que los poemas de una monja y las desventuras de los mártires.

Sin héroes ni villanos, sin batallas ni conquistas. Nuestros verdaderos antepasados rara vez aparecen en los libros de texto. Pero nunca faltan en los gestos, las costumbres y los hábitos familiares, regionales y locales. Son nuestra cultura, nuestro mundo.

 

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