Los inicios de la conspiración en la Decena Trágica

Alejandra Hernández Vidal

El alzamiento militar de febrero de 1913 llevó a Madero a dejar en manos del general Victoriano Huerta (en la imagen, al lado del presidente) la defensa de la Ciudad de México, cuya traición al final sería determinante para la caída del gobierno.

 

El 9 de febrero de 1913 una parte de la fuerza golpista salió de la Escuela Militar de Aspirantes con rumbo a Palacio Nacional, mientras que altos mandos del ejército federal salieron de Tacubaya para dirigirse a las cárceles de Santiago Tlatelolco y de Lecumberri, con la intención de liberar a los generales Reyes y Díaz.

La atención médica durante la Decena Trágica inició ese mismo día en la cárcel de Santiago Tlatelolco, luego de la liberación del general Reyes, pues en ese momento ocurrió un intento de fuga y tiroteo de la mayoría de los reos contra una guardia de 32 militares. Allí participó la Cruz Roja al atender a un soldado herido en el brazo, así como la Cruz Blanca Neutral, que utilizó un carro ambulancia para levantar a otros heridos y atenderlos.

La esporádica toma de Palacio Nacional y el posterior combate en el Zócalo, donde murió el general Reyes, ha sido narrado por militares, testigos y miembros diplomáticos, pero poco se ha documentado sobre la labor de los médicos y practicantes de medicina en esos días. Ejemplo de ello es el relato del Dr. Pedro Pérez Grovas, en ese momento practicante en el Hospital Militar de Instrucción, quien, luego de ver los combates en la Plaza de la Constitución, corrió hasta su hospital para informar de la situación al capitán en turno y volvió con todas las camillas y practicantes que se encontraban en ese instante, a fin de recoger a los heridos y hacer curaciones en el patio central de Palacio Nacional.

Por otro lado, está el caso del Dr. Gustavo Baz Prada, posteriormente médico zapatista e importante figura en el sector de la salud en el siglo XX, quien vivía a dos calles del Zócalo, por lo que fue testigo de la llegada de los aspirantes, así como de la muerte de Bernardo Reyes.

Dos horas después del enfrentamiento en el Zócalo que llevó a los golpistas sobrevivientes, entre los que se encontraban Manuel Mondragón y Félix Díaz, a dispersarse y refugiarse en la Ciudadela (entonces depósito de armas y municiones del ejército federal), una columna de cadetes del Colegio Militar, encabezada por el presidente Madero y Ángel García Peña, secretario de Guerra, avanzó hacia Palacio Nacional.

Los informes militares del gobierno maderista sobre el enfrentamiento en el Zócalo indican que tanto infantería como caballería sufrieron bajas, con cifras de entre 40 y 45 muertos. Asimismo, que el número de jefes, oficiales y civiles ingresados al Hospital Militar de Instrucción fue de 90. De acuerdo con testigos como el embajador cubano Manuel Márquez Sterling, Emigdio Paniagua (uno de los seudónimos del poeta colombiano conocido como Porfirio Barba Jacob) o el escritor Víctor José Rodríguez, en aquel día en el Zócalo, ya convertido en campo de batalla, hubo alrededor de 400 heridos y 300 muertos.

 

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Sangre, muerte y caos