La Revolución mexicana pudo verse en la pantalla grande prácticamente desde sus primeros años. En 1911 la figura de Francisco Villa era objeto de atención del público estadounidense que se daba cita en algunas salas de la frontera de México, pues parte de los enfrentamientos en Ciudad Juárez, ocurridos en mayo de ese año entre los revolucionarios y las fuerzas federales, habían sido grabados por algunos exponentes de la joven industria cinematográfica de aquel país, quienes auguraron un gran negocio con la exposición de caudillos revolucionarios, quienes a su vez entendieron que el cine no sólo era entretenimiento, sino también un instrumento de propaganda. Así, el Centauro del Norte, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Victoriano Huerta, entre otras figuras, buscaron promocionarse entre el público a través de este medio que tenía alrededor de década y media en nuestro país.
En los primeros años revolucionarios, la gran mayoría de las filmaciones tuvieron más tintes de reportaje o documental, aunque sí hubo de ficción. El propósito fue matizar o realzar las acciones de los protagonistas revolucionarios en los campos de batalla, en las negociaciones políticas o en acciones benéficas para la sociedad. De entre todos aquellos líderes, sería Pancho Villa el primero en explotar la documentación fílmica con tintes de dramatización. Fue así que, en 1914, como parte de su contrato con la Mutual Film Corporation, el duranguense participó en la grabación de diversas acciones militares reales en el norte del país (la Comarca Lagunera, San Pedro de las Colonias, Saltillo y Ojinaga), al igual que en una entrevista con los representantes del Departamento de Estado del país vecino. La realización incluyó también algunas escenas actuadas sobre el origen del Centauro.
El conjunto quedó compilado en el filme silente The Life of General Pancho Villa, codirigido por Christy Cabanne y Raoul Walsh, quien incluso interpretó al general duranguense cuando joven. Cabe agregar que su exhibición en las salas de cine fue exitosa, y el Centauro un actor bien pagado, cuya imagen de carismático héroe que emergía de la marginación y la pobreza comenzaba a ser bien recibida… hasta que ocurrió el ataque a Columbus en 1916. Entonces las filmaciones dieron un vuelco y Pancho se convirtió en el villano a denostar o ridiculizar, como ocurrió en The Stars and Stripes in Mexico de 1916, en donde se exhibe la búsqueda del general en territorio mexicano; desde luego, con saldo favorable a las tropas de la nación vecina, que además lucen implacables impartiendo justicia contra los osados revolucionarios.
En materia de ficción, el ambiente revolucionario fue recreado en cintas mudas de Estados Unidos, como Under the Stars and Stripes, filme de 1912 en el que Mercedes, una joven mexicana de la frontera, comienza un noviazgo con el teniente Thompesone, del ejército estadounidense, pero la relación es interrumpida por la guerra civil, hasta que él es enviado a una peligrosa misión que sorteará con éxito y finalmente consumarán su amor. Otro más es el filme The Mexican Spy, de 1913, que se desarrolla en un fuerte militar de Estados Unidos en el que Tom, hijo del coronel, entra en conflicto con el espía mexicano Luis Rivera al intentar pagarle una deuda de juego, y quien además lo condiciona a robar los planos del fuerte para él. Es de especial interés que Tom es enviado a la frontera y encargado de conducir un carro de la Cruz Roja, instancia que tuvo un rol destacado en la Revolución.
De 1913 es también A Mexican Tragedy. La historia presenta a Manuel Terrízar, dueño de un hotel en algún pueblo de México y simpatizante de la revolución, al igual que sus dos hijos, Miguel y Teresa, novia del general insurrecto Laredo, por quien un agente federal ofrece una recompensa a Manuel si logra matarlo, pero se equivoca y asesina a su hijo, interpretado por el sonorense Guillermo Willy Calles, quien así debutó en el cine mudo de Estados Unidos.
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