La marihuana o cáñamo en el siglo XVIII

José Antonio de Alzate (1737-1799)

Para evitar que se juzgara a los indígenas como los únicos que ingerían el cáñamo, Alzate refirió que los egipcios también hacían uso de la planta y con ella formaban unas píldoras que “los embriaga al punto, les hace pasar a una especie de rapto o sueño estático”; mientras que en la India “mezclan la semilla de cáñamo con los alimentos… pero esta les llena la cabeza de humos y, si se come en abundancia, excita el delirio”.

 

En la historia moral del mundo, no ocupa el menor lugar la descripción de las virtudes y vicios de sus habitadores: ¿qué servicio tan importante haría a la literatura quien se dedicara a dar una idea de las pasiones, usos e inclinaciones de los indios? Esta parte se echa [de] menos en todos sus historiadores. Apenas nos han dado unas ideas superficiales, las más muy ajenas de la verdad; ¿quién no debe admirar en ellos la falta, por lo general, de la avaricia y venganza, pasiones que tanto daño causan a la humanidad? Miserables en quienes la pena de nuestros primeros padres, de solicitar el sustento con ansias y fatigas, se verifica en su mayor extensión; objetos dignos de compasión, han logrado los indultos, privilegios y favores que nuestros reyes se han esmerado en concederles. Los que con tono de menosprecio los tratan de idólatras, hacen notable agravio a los prelados y pastores que con esmero han procurado desarraigar este efecto de nuestra malicia: ¿qué nación en su origen no ha sido idólatra? ¿Los hebreos, pueblo escogido por Dios para su culto, y que palpaba a cada paso las maravillas de la omnipotencia, no soltó las riendas a su malicia para adorar las obras de sus manos? Pues no los vituperemos con un epíteto, que igualmente nos comprende a todos, con solo la diferencia del tiempo.

Si advertimos en ellos algunas reliquias del paganismo, debemos considerar que tan solamente poco más de dos siglos y medio ha que les rayó la precisa luz del Evangelio; tiempo que no es suficiente para borrarles aquellas tradiciones procedidas del depravado corazón humano. ¿Qué siglos ha que se predicó el Evangelio en Italia, Inglaterra y otros reinos? Pues sus mismos autores nos describen las supersticiones y abusos del menudo pueblo. Un célebre autor inglés atribuye muchos de ellos, no solo a la plebe inglesa, sino a la gente de alguna esfera.

La costumbre que se practica en Italia en el regalo de las habas el día de Muertos, reconoce un origen pagano; así lo demostró no ha mucho tiempo un sabio italiano; los talismanes, amuletos, etc., no tienen destino en las Españas; Francia y otros reinos son en los que se miran con aprecio por los que componen el vulgo.

Leamos en el bello libro del mundo, reflexionemos desnudos de prevenciones y demos gracias a Dios de ver tantas gentes, tanta tribu, en dilatados millares de tierra, convertida a la verdadera religión en el espacio de pocos años. Regocijémonos de ver a la antigua España ejecutar con sus eminentes prelados, celo de nuestros reyes y fervor de los ministros del Evangelio, una empresa que no cuenta igual otra nación y tan notoria que el más desesperado pirronista no puede tener alientos para rebatirla.

El abuso de los pipiltzizintlis [pipiltzitzintlis] es una de aquellas reliquias del gentilismo que se conservan entre algunos de los indios; así lo expresan los edictos publicados por los prelados de este reino, y últimamente en el año de 1769, en el cual se encarga a los párrocos empleen todo su anhelo para desarraigar esta superstición, en [la] que va de por medio la salud espiritual de los indios, y puede añadirse también la temporal. Algunas observaciones y descubrimientos que se me han entrado por los ojos me proporcionan asunto para la presente memoria, por la gran utilidad que puede resultar. La superstición de los indios en el uso de los pipiltzintzintlis se reduce a tomar ciertas semillas, creyendo que por su medio adivinan, y tienen mil raptos, en los cuales se les manifiestan las cosas más recónditas, con otras particularidades procedidas según su respectiva ignorancia y malicia. [Los] efecto[s] que en ellos producen son espantosos: unos manifiestan una alegría ridícula; otros permanecen por algún tiempo estúpidos; otros, y esto es lo más común, representan vivamente a un furioso; y todos estos efectos los creen muchos de ellos como sucedidos por la mediación del demonio.

¿Qué cosa son los pipiltzintzintlis? ¿Su efecto es natural o preternatural? A lo primero satisfago con la experiencia: habrá como diez años que la casualidad me proporcionó la ocasión del desengaño; conseguí una pequeña cantidad de dichos pipiltzintzintlis, la que se componía de una mezcla de semillas y yerbas secas; a la primera vista luego reconocí, no eran otra cosa que las hojas y semillas del cáñamo; advertencia que tuve al punto por haber visto antes en un jardín la planta del cáñamo. No obstante esta que para mí era una demostración, en primera ocasión, y para quedar del todo convencido, sembré aquellas semillas con toda la precaución posible y logré unas plantas de cáñamo, lo mismo que el de Europa, las que los indios [reconocían] por pipiltzintzintlis, [por lo que] fue necesario arrancar las plantas luego que comenzaron a madurarse las semillas por cuanto procuraban pillar toda la que podían.

 

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Sobre el uso que hacen los indios de los pipiltzintzintlis