La educación de los indígenas

y la incorporación de niños y jóvenes a la tarea evangelizadora

Gisela von Wobeser

Ante los mencionados problemas, los frailes se percataron de que la transformación de la sociedad indígena y su evangelización sólo era posible con la activa participación de ella. Dada la resistencia para adoptar el cristianismo y la falta de comprensión que muchos adultos mostraban frente a sus principios, dirigieron sus esfuerzos a los niños. Tomando en cuenta la notoria influencia y autoridad que ejercía la élite indígena sobre los macehuales y la idea general, muy en boga en la época, de que las “cabezas” de las sociedades eran los modelos que seguían los plebeyos, se impartió una enseñanza diferenciada a los hijos de los nobles.

La primera escuela fue la de San José de los Naturales, anexa al convento de San Francisco de México. Pese a la inicial oposición de sus padres, los niños fueron recogidos en los conventos de los frailes para ser educados allí como internos. Asistían a las escuelas de primeras letras por la mañana y por la tarde. Diariamente tenían que repasar en voz alta fragmentos de las dos partes del catecismo. También debían rezar mentalmente, hacer penitencias y mortificar sus cuerpos. Además, aprendían a leer y escribir, aritmética, música y canto. De estas escuelas salieron los niños cantores de las iglesias y capillas, aquellos que sabían tocar instrumentos musicales, transcribir y escribir música, así como los ayudantes de las iglesias, los que atendían la sacristía y los escribanos y secretarios de los frailes.

Las niñas nobles también fueron internadas en ocho escuelas que había para mujeres, anexas a conventos como los de Texcoco y Tlaxcala. Allí recibían instrucción religiosa, les enseñaban a bordar, tejer y otras labores que se consideraba debían aprender las mujeres en aquella época. En suma, recibían una educación encaminada a hacer de ellas buenas esposas y madres cristianas.

Hacia 1533 la escuela de San José de los Naturales amplió su oferta académica y comenzó a impartir gramática latina, aparentemente bajo la promoción de Ramírez de Fuenleal. Algunos de los primeros maestros profueron los frailes Arnaldo de Basacio y Pedro de Gante.

En las labores de evangelización destacaron los niños nobles educados en las escuelas e internados conventuales. Antes de que llegaran los primeros doce franciscanos, fray Pedro de Gante ya se había valido de ellos para instruir en los rudimentos de la religión católica a las personas próximas a bautizarse. Muchos de estos niños estuvieron dispuestos a dar su vida por difundir la “verdadera fe” entre sus comunidades. Los frailes les confirieron diversas responsabilidades, algunas de ellas sorprendentes dada su corta edad, como dar instrucción catequística a los niños del común, a sus propias familias y, ocasionalmente, a adultos. Asimismo, eran los principales denunciantes de prácticas idolátricas secretas.

Algunos niños se convirtieron en mártires al ser asesinados. Entre ellos estuvo Cristobalito –que a los 13 años fue muerto por su padre cuando se enteró de que iba a denunciarlo por su idolatría y su embriaguez–, así como dos niños tlaxcaltecas que se dedicaron a buscar y destruir ídolos. De la misma forma, las niñas nobles, una vez que a los doce años salían de los internados conventuales, enseñaban el catecismo a las niñas del común, en los atrios de los conventos o en sus casas. Estas niñas y niños nobles serían los fundadores de las nuevas familias cristianas que en adelante se encargarían del gobierno de sus pueblos.

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