Con este sobrenombre se conoció en el México colonial a un personaje pintoresco y exótico. Decía la voz popular “ni fue china ni fue poblana”, pero el arquetipo que ella forjó ha perdurado ya tres siglos, pues la China Poblana es la legítima hija de México. Al igual que la Virgen de Guadalupe, la China Poblana viste colorido traje en el que están representados los colores de la bandera nacional: verde, blanco y rojo. Ambas imágenes son anteriores a 1821, fecha de la consumación de la Independencia y de la adopción de la bandera cuyos colores han permanecido como símbolo nacional.
La historia cuenta que la China Poblana fue hija de un rey mogol, y que durante una guerra con un país vecino la niña fue apresada como esclava. En Filipinas la compró un mercader, quien luego la vendió a otro comerciante y éste la trajo a México en la Nao de Manila en el siglo XVII.
Una historia similar a la de la Malinche: es apresada, es decir, esclavizada, luego vendida de amo a amo y pasada de mano en mano, hasta encontrar un protector que la adopta y la educa como a una hija.
En la adolescencia casó con un mercader de la ciudad de Puebla de los Ángeles, la magnífica ciudad de trazo renacentista donde vivió 70 años.
Sus trajes de fuerte colorido y la originalidad en el corte y el estilo, llamaban la atención en una sociedad que sólo tenía tres modelos en el atuendo femenino: los vistosos trajes indígenas, elaborados de algodón y bordados a mano; la vestimenta importada de España, pletórica de sedas y terciopelos para las clases dominantes, y la moda burda y ruda para las mayorías desposeídas.
La revolución en el campo de la moda que inaugura la China Poblana es audaz: viste chalinas y sayas de seda de colores fuertes, toca su cabeza con peinetas y alamares hasta entonces desconocidos en la Nueva España, lleva camisa de raudas y deshilados, borda sus enaguas con sobrepuestos en chaquira y lentejuela.
Con el tiempo, el traje de China Poblana se estilizó y se convirtió en la vestimenta nacional por excelencia. Consta de una camisa blanca de manga corta, escotada en el pecho, confeccionada en fino algodón bordado con diversos motivos vistosos. La falda es una saya larga de tela gruesa en color rojo oscuro, con bordados al frente que reproducen los símbolos patrios: el águila devorando la serpiente posada en un nopal, o bien, el calendario azteca. Completa el atuendo un fino rebozo de seda en los tonos de los colores de nuestra bandera nacional; y el que exige el chongo trenzado con moños tricolores, varios collares de cuentas de papelillo y grandes arracadas de oro.
Las cantantes de música ranchera del siglo XIX y las intérpretes de la canción bravía en el siglo XX vistieron con garbo el traje de China Poblana y lo estilizaron de acuerdo con el gusto de las diversas regiones del país y de cada época.
“La china poblana” del autor Gracia Molina Enríquez y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 17.