El empresario Salvador Lutteroth había acondicionado la Arena Coliseo con gran éxito, por lo que se aventuró con la creación de la México. El inmueble duplicó fácilmente el aforo de la Coliseo, llegando a albergar a más de quince mil aficionados.
¡El Enmascarado de Plata voló, puso sobre la lona a su adversario y por primera vez en un mismo recinto quince mil voces pidieron más y más acción! Ese 27 de abril de 1956 fue un parteaguas en la historia del deporte en México. Lo relevante no fue la pelea, que por cierto fue muy buena, sino el escenario donde se llevó a cabo: la flamante Arena México, un coloso sin parangón en toda América Latina.
Pocos escenarios han sido tan versátiles y significativos. Sin lugar a duda se convirtió en el corazón de la lucha libre con los enfrentamientos memorables de máscara contra máscara entre peleadores que ahora son leyendas nacionales. También fue escenario fundamental del intercambio de golpes entre verdaderos campeones del box en sus diferentes categorías, incluyendo la recepción de unos Juegos Olímpicos de ensueño.
Asimismo, contribuyó a la pintoresca vida social de la capital de la República, donde distintos cantantes de gran convocatoria encontraron un acogedor foro para deleitar a su público. Otro tipo de artistas han hecho propios los vestidores de la Arena, como los integrantes del Circo Atayde Hermanos, quienes se presentaban por temporadas, y hasta patinadores del Holiday on Ice que dejaron boquiabiertos a los chicuelos que desconocían las peripecias sobre el hielo.
El responsable de llevar a cabo esta magnífica pero costosa obra fue el empresario Salvador Lutteroth González, quien fue el pilar de la lucha libre nacional durante años. Para ello compró la antigua Arena México, ubicada en el mismo espacio que la actual, en la colonia Doctores de la capital del país, para construir desde cero un moderno y digno coloso luchístico para la afición mexicana. La madera había quedado obsoleta y entonces se erigió sobre acero y concreto no solo un edificio, sino el sueño de cientos de jóvenes pugilistas que aspiraron a triunfar frente al gran público que abarrotaba el graderío en cada exhibición.
El propio gobierno tuvo suspicacia respecto al proyecto, por lo que realizaron constantes inspecciones a la estructura. La vida de muchas personas podría estar en juego. El diseño y los materiales dieron la razón a Lutteroth aun en los peores escenarios, como los sismos de nuestra capital. Hoy, a más de sesenta años de su fundación, es considerada la catedral de la lucha libre mexicana, donde rudos y técnicos se rifan el físico para la alegría de aquellos amantes de las patadas voladoras, las llaves y los candados imposibles.
Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "La Catedral de la Lucha Libre" del autor Gerardo Díaz que se publicó en Relatos e Historias en México, número 123. Cómprala aquí.