Los miles de fanáticos que en 1964 se reunieron en distintas sedes de Inglaterra, Escocia y Alemania para escuchar al rocanrolero Chuck Berry tocar su guitarra y cantar con frenesí mientras hacía su aclamado paso de pato, atestiguaron también un momento histórico en la historia de la música: el estreno de The House of the Rising Sun versionada por The Animals.
La novel banda, que por entonces buscaba una canción para conectar con las masas, se dio cuenta de su acierto cuando vio vibrar al público de aquella gira con esa canción. El éxito de la versión de The Animals sería mundial, gracias al potente canto de Eric Burdon, el magistral arpegio pianístico de Alan Price y el legendario riff introductorio del guitarrista Hilton Valentine, fallecido en enero pasado.
Para muchos, esta versión selló el momento en que nació el folk rock. Y es que el tradicional ritmo emblemático del sur estadounidense se combinó con la instrumentación básica del rock, que le añadió el toque eléctrico entonces en boga. Además, lo de Valentine ha sido escuela e inspiración de muchos artistas hasta nuestros días, por lo que sus manos sobre aquella guitarra Gretsch de Tennessee, en el videoclip de la pieza, es ya una escena inmortal.
Pero esta legendaria pieza de autor desconocido que nombra a Nueva Orleans como la ciudad donde existe la casa del sol naciente, “que ha sido la ruina de muchos niños pobres”, ya era conocida en la tradición oral desde mediados del siglo XIX, aunque sus orígenes se remontan –según quien lo cuente– hasta la Inglaterra del siglo XVI o a la Francia gobernada por Luis XIV, entre el XVII y el XVIII.
Con el pasar de las décadas, fue adquiriendo su connotación como pieza de folk norteamericano, al principio pasada por el tamiz del blues o del jazz. Se ha dicho que su presencia creció junto con las vías del ferrocarril que se fueron tendiendo por todo EUA, al igual que la de otras piezas que cantaban historias mundanas y dolientes. Para 1933 fue registrada por vez primera, cuando el dueto conformado por Clarence Ashley y Gwen Foster se metieron al estudio de la compañía Vocalion. La llamaron Rising Sun Blues.
Cuatro años más tarde, John Lomax y su hijo Alan, al trabajar en la curaduría de la música tradicional norteamericana para la Biblioteca del Congreso, grabaron a la adolescente Georgia Turner, cantante de folk. Interpretándola a capella, su versión se convirtió en el estándar para las muchas que desfilaron después, trascendiendo la del violinista Roy Acuff (1938), la del cantante folk Woody Guthrie (1941), y las del bluesista Josh White (1944 y 1949). En los cincuenta se conocieron las de la musicóloga popular Hally Wood y las de Pete Seeger, Andy Griffith y Miriam Makeba.
Memorables de los sesenta fueron las de Jimi Hendrix, Bob Dylan y Nina Simone. En Francia destacó la de Johnny Hallyday, estrenada en 1964 y llamada Le pénitencier. La banda colombiana Los Speakers grabó la suya en 1965. Tiempo después, cobraron notoriedad las de Dolly Parton, de 1981, y la del compositor Gregory Isaacs, quien la adaptó al reggae en 1992. Y en México oímos la del legendario rockero Javier Bátiz, grabada en 1997.
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La casa del sol naciente antes y después de The Animals