Si bien la Cruz Roja Mexicana, una institución porfiriana, mostró una inmovilidad inaudita en los primeros meses de la revolución contra el régimen de Díaz, durante la Decena Trágica su actuación fue importante desde el primer día de los enfrentamientos militares.
En medio de la guerra
Al hablar de los servidores sanitarios durante la Decena Trágica, nos referimos a una categoría que abarca a médicos militares y civiles, enfermeras, aspirantes de medicina, camilleros y voluntarios, quienes brindaban servicios de sanidad antes, durante y después de cada enfrentamiento militar, incluyendo actividades como alistar el material de curación y transporte de los heridos, coordinar el establecimiento de puestos de socorro en la primera línea de combate, realizar el triaje y atención médica durante el enfrentamiento, trasladar heridos en ambulancias y atender en hospitales temporales y permanentes. Además, estos servidores recogían los cadáveres para su identificación e inhumación, aparte de preparar la evacuación de los heridos.
La atención médica durante la primera etapa del periodo revolucionario también estuvo a cargo de asociaciones filantrópicas. Una de ellas, la Cruz Roja Mexicana, fue fundada en el porfirismo y mostró una incapacidad inaudita para brindar servicio en los primeros meses de la lucha contra el gobierno de Porfirio Díaz, debido probablemente a que era una asociación nueva, con poca experiencia en campaña e insuficiencia de materiales; sin embargo, también se considera que la principal razón de su inmovilidad respondía a su relación con el antiguo régimen.
Dicha situación tuvo como consecuencia la creación de la Cruz Blanca Neutral a principios de mayo de 1911, cuando los revolucionarios estaban a punto de tomar Ciudad Juárez y dar la estocada final al gobierno porfirista. Dicha asociación fue formada por estudiantes de medicina que participaron de manera inmediata con el objetivo de auxiliar a los heridos sin considerar el bando por el que luchaban. De este modo, tuvieron una importante participación en la mencionada toma de Ciudad Juárez y, más adelante, en las campañas orozquista y zapatista contra Madero. Además, establecieron sucursales en ciudades como Monterrey, San Luis Potosí, San Miguel de Allende, Querétaro, Puebla, Zacatecas, Chilpancingo y Saltillo.
Asimismo, para febrero de 1913 en la Ciudad de México se encontraban en funcionamiento los hospitales Juárez, Morelos y General, a cargo de la beneficencia pública, y los hospitales de la Purísima y Jesús Nazareno a cargo de la beneficencia privada, así como el Hospital Militar de Instrucción. En todos estos se brindó atención por parte de servidores sanitarios adscritos a las “cruces”; entre ellos, destacados médicos como Rosendo Amor, quien, además de dar la cátedra en clínica quirúrgica en la Escuela de Medicina, fue presidente de la Cruz Blanca Neutral y desde el primer día de la Decena Trágica brindó curaciones en su hogar.
Las condiciones de los hospitales en la Ciudad de México fueron significativas para enfrentar la dificultad sanitaria derivada de la guerra, ya que la mayoría del personal médico y administrativo –tanto civil como militar– que laboraba en ellos contaba con experiencia previa en situaciones de guerra, es decir, ya se habían enfrentado a momentos de crisis en los que las circunstancias no habían sido las óptimas para operar o no contaban con los elementos necesarios, adaptándose a las situaciones en beneficio de los heridos.
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