Hospitalidad para el enemigo

Luis Alberto Vargas

En un hecho poco conocido, en 1615 el corsario Joris van Spilbergen, de la Compañía Neerlandesa para las Indias Occidentales, llegó a Acapulco con su tripulación enferma y hambrienta, y fue auxiliado por autoridades novohispanas. El corsario Joris van Spilbergen navegó por todo el océano Pacífico, desde Asia hasta América. En los Países Bajos recibió un trato de héroe por su contribución para aminorar el poderío comercial español.

 

Los viajes oceánicos del pasado fueron siempre riesgosos y complicados por muchos factores, en particular por la falta de acceso a agua potable y a comida fresca y no contaminada o infestada, el hacinamiento, la mala higiene personal y del navío, los hedores, el escorbuto y otros factores bien descritos por los viajeros de los siglos XVI al XIX. También podía haber plagas de insectos como moscas, cucarachas y otros cuyas larvas infestaban los quesos o crecían en la madera mojada con orina.

Los viajes entre Acapulco y Manila, y su relación con el entorno social y económico del hoy puerto guerrerense a mediados del siglo XVII han sido bien descritos por la historiadora Tatiana Seijas, quien menciona los hechos que relataremos a continuación, los cuales pudieron comprobarse en su fuente original.

El protagonista de esta historia es Joris van Spilbergen (1568-1620), navegante, corsario y oficial naval holandés empleado por la Compañía Neerlandesa para las Indias Occidentales. Su viaje tenía como uno de sus propósitos capturar las naves cargadas de bienes que iban y venían entre Acapulco y Manila.

El arribo a Acapulco

El viaje se inició en Texel, Holanda, el 8 de agosto de 1614. Tras rodear Sudamérica y enfrentarse con indígenas y españoles en distintos puntos de la costa, la flota avistó tierras novohispanas el 20 de septiembre. Debido a una tormenta, los tripulantes no lograron entrar en contacto con las personas y poblaciones que vislumbraban a lo lejos, y les fue imposible obtener comida y agua. Finalmente, el 9 de octubre de 1615 se acercaron al puerto, al que identificaron como Aquapolque (Acapulco).

En el relato que documenta sus actividades se incluye un grabado. Llegaron con cinco navíos y les llamó la atención que hubiera una iglesia y lo que llaman un castillo para la defensa de la bahía, precursor del actual fuerte de San Diego, que Adrián Boot, nacido en Flandes (Países Bajos), empezó a construir en 1617. Les dispararon una decena de cañonazos que no afectaron a sus navíos y respondieron enviando un bote cuya tripulación llevaba una bandera blanca.

La respuesta novohispana fue inmediata: mandaron una lancha cuyos tripulantes –Pedro Álvarez, sargento mayor, y Francisco “Menenus” (Méndez), alférez que hablaba holandés– ofrecieron su amistad y apoyo. La flota ancló por la noche cerca del llamado castillo, preparada para defenderse en caso necesario. Sin embargo, la mañana del 12 de octubre los holandeses acordaron liberar pronto en el puerto a los prisioneros españoles que llevaban en sus naves. Siguieron recibiendo visitas, entre ellas la de un capitán Castillo, también hablante de holandés por haber pasado veinte años en los Países Bajos con las tropas españolas.

Ese mismo día, ya tranquilos y sintiéndose seguros los holandeses, el almirante Speilbergen accedió a que sus hombres bajaran a tierra a fin de abastecerse de agua y leña para las cocinas de las naves. Los novohispanos les habían prometido treinta reses, cincuenta borregos, gallinas, coles, naranjas, limones y otros productos. Destaca la promesa de los cítricos, ricos en ácido ascórbico o vitamina C, pues en las naves llegaron unos sesenta enfermos probablemente de escorbuto, quienes, sin saberlo, necesitaban una fuente de esta vitamina al cabo de su larga travesía.

Los holandeses se habían preparado para ofrecer batalla, pero se sintieron muy aliviados por el buen trato recibido y lo bien protegido que se encontraba el puerto.

 

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