Historias en torno a Benito Juárez

Ricardo Cruz. Historiador

Entre las decenas de artículos que hemos publicado sobre el presidente Benito Juárez (cuyo mandato, en medio de guerras, duró de enero de 1858 a julio de 1872), recomendamos tres ensayos de distintos momentos críticos de su ejercicio del poder, y otro más sobre las fuentes de la construcción oficial de la llamada historia patria.

 

Uno es del doctor en Historia Alejandro Mercado Villalobos, investigador de la División de Ciencias Sociales de la Universidad de Guanajuato, referente a la vida y obra del general de los ejércitos constitucionalistas Santos Degollado. Fue publicado en el número 74, de octubre de 2014.

Degollado era el comandante que reorganizaba los ejércitos, a pesar de las derrotas, con sus generales Manuel Doblado y Jesús González Ortega, en una situación que era sumamente difícil para los liberales durante la Guerra de Reforma. En 1860 el gobierno se hallaba en un frágil equilibrio frente a las potencias europeas, y los ejércitos en pugna resentían la falta de los más elementales recursos materiales.

A principios de septiembre de ese año, un hecho agravó la situación internacional de México: Doblado y González Ortega asaltaron un convoy de plata, cuyo destino era Londres, para avituallar al ejército y dar el golpe final al general Miguel Miramón, del bando conservador, quien después hizo lo mismo en la legación inglesa en Ciudad de México.

La situación de don Santos se volvió difícil con Juárez al ser el responsable del comportamiento de sus generales. Desesperado por una guerra que no parecía resolver el origen del conflicto, elaboró una propuesta de paz el 21 de septiembre, con la mediación del representante de Inglaterra en México, George W. Mathew. A Degollado le importaba abrir una puerta por donde pudieran salir con honor quienes proclamaron el Plan de Tacubaya a finales de 1857. Si bien en la propuesta restablecía la soberanía de un Congreso libre y expresaba el respeto a las leyes de Reforma y la supremacía del poder civil, también contenía un serio problema: implicaba la renuncia de los dos presidentes enfrentados en la guerra civil: Juárez y Miramón.

La respuesta de don Benito fue inmediata: destituyó a Degollado de sus cargos político-militares y lo llamó a presentarse ante un tribunal para ser juzgado por haberse extralimitado en sus funciones. Luego, fue relevado por González Ortega. Don Santos cayó en una profunda depresión y moriría nueve meses después, al ser fusilado en 1861 por las huestes conservadoras, mientras intentaba apresar a los asesinos de don Melchor Ocampo.

Otro ensayo es de Silvestre Villegas, doctor en Historia por la Universidad de Essex e investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, quien nos relata, en el número 35 (julio de 2011), el conflicto en las filas liberales a causa de la reelección de Juárez en 1865, cuando se hallaba en Paso del Norte, por la imposibilidad de llamar a elecciones por la guerra contra Francia.

De acuerdo con la Constitución de 1857, su sucesor debía ser el presidente de la Suprema Corte de Justicia, el general Jesús González Ortega. Sin embargo, Juárez emitió dos decretos: en uno, prorrogó su mandato; en el otro, destituyó al general de sus cargos. Esto provocó la crítica de un grupo de liberales, quienes consideraron su actitud ilegal y arbitraria, ya que en 1858 don Benito había ocupado la presidencia de la República por ser el presidente de la Suprema Corte, dada la imposibilidad de realizar elecciones a causa del golpe de Estado del general Félix Zuloaga.

A esos liberales les parecía aún más injusto porque González Ortega ostentaba los laureles militares de la campaña contra los conservadores, que en 1861 hizo posible la restitución del gobierno juarista en la capital. A pesar de los apoyos que recibió, González Ortega decidió no llamar a la rebelión contra el gobierno; sin embargo, al término de la guerra de invasión fue hecho prisionero y encarcelado en Monterrey, sin causa ni juicio, para terminar sus días repudiado y en el olvido.

 

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