La noche del 14 de noviembre de 1733, un asiduo público se agolpa expectante a las afueras del Teatro Sant’ Angelo, en la ciudad de Venecia, ávido de presenciar el estreno mundial de la más reciente ópera compuesta por el monumental e insigne violinista, sacerdote y compositor italiano Antonio Lucio Vivaldi. En los pasillos del teatro, antes de comenzar, la gente comenta al respecto y se percibe en el ambiente que la curiosidad es la invitada especial de aquella velada. El nombre de la ópera a todos inquieta: Motezuma.
La noche del 14 de noviembre de 1733, un asiduo público se agolpa expectante a las afueras del Teatro Sant’ Angelo, en la ciudad de Venecia, ávido de presenciar el estreno mundial de la más reciente ópera compuesta por el monumental e insigne violinista, sacerdote y compositor italiano Antonio Lucio Vivaldi. El Sant’ Angelo es un recinto musical de primer orden y hace varios años que Vivaldi no presenta algo suyo ahí.
Con el debut de esta pieza, el autor de los cuatro conciertos para violín y orquesta conocidos como Las cuatro estaciones, pretende que su regreso a dicha sala sea digno del recuerdo y confía en que el concierto lucirá excepcional. En los pasillos del teatro, antes de comenzar, la gente comenta al respecto y se percibe en el ambiente que la curiosidad es la invitada especial de aquella velada. El nombre de la ópera a todos inquieta: Motezuma.
El tema escapaba de lo común de la época. Lo habitual era que los operistas italianos abordaran en sus obras dilemas románticos o asuntos que tenían que ver con la mitología griega. En cambio, el también llamado il Prete Rosso (el Cura Rojo) –por ser pelirrojo y ministro religioso– había decidido tratar el drama del gran tlatoani de los aztecas: Moctezuma II.
A Vivaldi le interesaba con cierta fascinación todo lo relacionado con el llamado Nuevo Mundo, particularmente aquello que tenía que ver con México-Tenochtitlan. Había leído y escuchado múltiples referencias en las que se comparaba a aquella lejana urbe americana con su ciudad natal, Venecia. Se dice también que tenía un ancestro navegante genovés que, antes de Cristóbal Colón, había intentado nuevas rutas marítimas hacia las Indias y que ello influyó en su interés por América.
No sabemos qué se creó primero, si el libreto o la música, pero por el afecto que Vivaldi consagraba al tema es muy probable que fuera él quien emprendió el proyecto y que pidiera ayuda al escritor veneciano Alvise Giusti para redactar el argumento. El libreto de la ópera Motezuma está basado en la lectura que Giusti realizó de la popular Historia de la conquista de México de Antonio Solís y Rivadeneyra, publicada en 1684 en Madrid y muy pronto traducida al francés, inglés e italiano.
Dicha obra –que de acuerdo con fray Servando Teresa de Mier se trata, más que de un libro histórico, de “un romance épico”– fue leída por miles de personas y está plagada de falacias y sesgos históricos. Por ello posiblemente observamos en esta ópera a un Moctezuma más preocupado por saber con quién se casará su hija que por el futuro del imperio azteca. Es una funesta víctima que pierde su poder y su patria trágicamente, casi a la manera helénica, ante la imponderable nobleza del valiente y cristiano Hernán Cortés. Se puede suponer que al libretista no le interesaba una historia más cercana a la verdad de la conquista de México, ni cómo fue en realidad aquel encuentro entre el emperador de los mexicas y el capitán español en 1519, sino que más bien intentó escribir un buen drama bajo los cánones estéticos en boga.
Debido a ello, la ópera Motezuma, dividida en tres actos, resultó ser una obra idílica y un panegírico a la figura y empresa del conquistador Hernán Cortés, donde además aparecen personajes como Teutile y Mitrena (supuestas hija y esposa de Moctezuma), Ramiro (hermano de Cortés, llamado Fernando en el libreto) y Asprano (quien parece tener ciertas semejanzas con Cuitláhuac).
Las crónicas refieren que el estreno de la obra en el Teatro Sant’ Angelo, aquella noche de 1733, no fue lo que se esperaba. Ni para Vivaldi ni para el público. Pasó sin pena ni gloria. Incluso se dice que hubo algunos errores de ejecución por parte de la soprano que interpretaba a Teutile y que el público la consideró aburrida y reclamó la ausencia de por lo menos un dúo de amor o alguna danza. Vivaldi jamás la volvió a interpretar ni tampoco trabajó más con Alvise Giusti.
El periplo de la partitura
En 1974 el escritor cubano Alejo Carpentier recreó aquel acontecimiento al utilizarlo como motivo principal de su novela Concierto barroco. En ella dedica un amplio espacio a narrar cómo tristemente la partitura de Motezuma se perdió tras la muerte de Vivaldi. Cosa cierta, pues durante mucho tiempo estuvo extraviada. El propio compositor y su acervo también pasaron varios años en el ostracismo. Algunos esfuerzos hicieron posible que hasta principios de los noventa del siglo XX la ópera fuera reconstruida a partir de fragmentos de otras obras de Vivaldi.
En 1999 se supo que, durante la Segunda Guerra Mundial, las tropas soviéticas que ocuparon Alemania se apoderaron del histórico archivo musical de la Sing-Akademie de Berlín, que desde 1945 hasta 2003 permaneció a salvo en Kiev, Ucrania. Dice el investigador Gabriel Pareyón: “En 2003 el musicólogo Steffen Voss encontró en ese archivo la música original, casi completa, del Motezuma de Vivaldi. Faltaron la obertura y las escenas 1 a 7 y final del primer acto, así como varios fragmentos del tercer acto, todo lo cual fue reconstruido en años subsiguientes por el musicólogo y director Federico Sardelli, basándose en el análisis de otras óperas del compositor veneciano, fechadas en la misma época que el Motezuma”.
Esta nueva reconstrucción, en forma de concierto, se estrenó el 11 de junio de 2005 –272 años después de la presentación en el Sant’ Angelo– en la sala de conciertos De Doelen de Rotterdam, la más importante de Holanda, con el ensamble Modo Antiquo y bajo la batuta del propio Sardelli. Se sabe que fue todo un éxito y que las localidades se agotaron.
Desde 2005, la ópera Motezuma se ha interpretado y grabado en varias ocasiones en México y el mundo. Incluso, los pasados 7 y 8 de noviembre se estrenó en el Zócalo capitalino una versión, renombrada Motecuhzoma II, reconstruida por el violinista y escritor mexicano Samuel Máynez Champion. En ella, respeta parte de la música de Vivaldi, pero propone un nuevo libreto más cercano a la realidad histórica. Ahora aparecen personajes con sus nombres reales: Cacama, doña Marina y Pedro de Alvarado, por ejemplo. Máynez reescribió el nuevo libreto con la asesoría de los historiadores Alfredo López Austin y Miguel León-Portilla. El concierto, que conmemoró los quinientos años del encuentro entre Moctezuma II y Cortés, también fue en homenaje al maestro, filósofo y experto en la cultura náhuatl León-Portilla, recién fallecido.