Ezequiel Ordóñez, el hombre que supo observar y “escuchar” los mensajes del subsuelo, asesoró la perforación del pozo La Pez núm. 1 (Ébano, SLP), llamado el primer campo petrolero de la nación
Originario de Lerma, Estado de México, Ezequiel Ordóñez Aguilar nació el 10 de abril de 1867. Quedó huérfano de padre a los seis años, por lo que su familia se trasladó a San Miguel Regla y después a Pachuca, ambas en Hidalgo, en donde realizó sus primeros estudios.
Después mudó a Ciudad de México para ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria y hacia 1886 a la Escuela Nacional de Ingenieros, donde estudió para ser ensayador y apartador de metales durante el año que duraba este curso. Cuatro años más tarde ya era catedrático interino y se preparaba para sus estudios avanzados de topografía e hidrografía. En 1887 es designado conservador del Gabinete de Conocimiento de Materiales de Construcción y luego del de Mineralogía y Paleontología.
Apreciado por sus maestros, Ordóñez aumentó su participación en sociedades especializadas como la “Antonio Alzate”, donde expuso varias de las ideas que le ayudaron e ingresar en 1892 a la Sociedad Mexicana de Historia Natural. De manera casi meteórica, comenzaba con éxito la trayectoria de quien fuera un personaje más del primer grupo de colaboradores del Instituto Geológico Nacional, cuyas responsabilidades ahí lo llevaron alrededor del mundo, donde aprendió de primera mano los avances en el estudio del subsuelo.
Un ejemplo de ello, fundamental en sus años por venir, fueron los yacimientos petroleros. Con esa idea no descartó la presencia de dicha substancia en el subsuelo mexicano y ante la llegada de extranjeros interesados, inició una estrecha colaboración para determinar los sitios con mayor probabilidad de éxito en la extracción del oro negro.
En 1901 estuvo al tanto de las primeras inspecciones en las costas del golfo de México que menospreciaron las evidencias petrolíferas de la región. Al expresar lo contrario, fue escuchado por la iniciativa privada extranjera, en especial por la recién creada Huasteca Petroleum Company.
El 10 de febrero de 1916 ingresó a las leyendas de la geología petrolera mexicana al ser partícipe en una de las perforaciones más importantes de la época: el pozo número 4 de Cerro Azul, Veracruz. La llamada Faja de Oro mexicana resultó una de las más productivas no solo del país, sino del mundo. Desde entonces su carrera estuvo ligada con las empresas extranjeras explotadoras de crudo, hasta la creación de Petróleos Mexicanos en la década de los treinta del siglo XX, que lo contrató como geólogo consultor.
Miembro de una generación de ingenieros altamente cultivados en humanidades, Ordóñez escribió artículos históricos relativos al petróleo y formó parte de asociaciones nacionales y extranjeras, hasta que murió en Ciudad de México el 8 de febrero de 1950.
La nota breve "Ezequiel Ordóñez" del autor Gerardo Díaz se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 111.