Hace poco más o menos siete siglos
un arqueólogo una tumba descubrió
y en lugar del envoltorio de una momia
un estuche muy grandote se encontró.
Dijo: ¡chispas, qué grandote violinsote,
de seguro algún gigante lo tocó!,
sin saber que había encontrado el tololoche
que marcaba todo ritmo a la canción.
Desde aquella noche, vino el tololoche
a marcar la fecha para el buen compás,
hizo su derroche de ritmo sin tacha
y prendió la mecha, ¡óyelo sonar!