Con Los relámpagos de agosto, Ibargüengoitia satirizó el género de las memorias militares de aquellos que habían participado en la Revolución. La novela no aludía a los años heroicos del movimiento revolucionario, sino al auge del Maximato callista tras el asesinato de Álvaro Obregón, época en que también ocurrieron los levantamientos de Francisco R. Manzo y Gonzalo Escobar.
La literatura nacional de la primera mitad de siglo XX estuvo naturalmente influida por la Revolución mexicana. Era lógico que un acontecimiento de esa magnitud tuviera un impacto profundo en los escritores que la atestiguaron o que vivieron sus consecuencias.
El problema fue que se hizo demasiado en serio, y con eso no solo me refiero a que hubiera muchos libros sobre el tema, sino a que siempre se abordó de una manera dramática; se cayó en el acartonamiento y la repetición, bajo premisas que hoy se identifican como la “corrección política” de la época.
Llama la atención que un pueblo tan dado a reírse hasta de la muerte, según el difundido cliché, parecía incapaz de reírse de la Revolución mexicana y de los personajes que de ella emanaron. Tal vez la hegemonía surgida de esa lucha lo dificultaba, o provocar en el lector una risa cómplice no parecía el mejor camino para formar parte de una intelectualidad supuestamente culta. Pero, ¡demos gracias a Dios!, Jorge Ibargüengoitia lanzó Los relámpagos de agosto en 1964.
Esta novela se construye, en primer lugar, como una sátira de la escritura de “memorias” de los revolucionarios que tenían el fin de contar su propia versión y lavar culpas. El narrador es José Guadalupe Arroyo, un antiguo general de división que aspira a ser protagonista heroico, pero conforme avanza la historia descubrimos la falsedad de su sofisticación, honestidad y sinceridad.
En la obra no se hace una reconstrucción como tal de un acontecimiento concreto; se parte, más bien, de la recreación de las andanzas de varios personajes con ciertos ecos de realidad histórica. Al final de la novela, Ibargüengoitia agrega un apéndice, donde hace una breve recapitulación de los orígenes y destinos de los generales y militares revolucionarios, dando algunas luces sobre los hechos que le sirvieron de inspiración.
Las memorias de José Guadalupe Arroyo, “un hombre íntegro”, como él mismo se define, se inician a partir de la muerte del presidente electo en 1929, quien supuestamente ha muerto por una apoplejía, aunque todo parece indicar que recibió alguna ayuda para pasar al otro mundo. En un breve lapso, Lupe se queda sin su prometido puesto como secretario particular, sin un reloj que ha heredado y sin su pistola, todo lo cual tendrá consecuencias insospechadas.
A partir de ese vacío se ven ciertos hechos que dan lugar al nacimiento del Partido Único, del que uno de los personajes, Trenza –cualquier semejanza fonética con transa debe ser mera coincidencia–, dice: “A mí tampoco [me gusta]. Pero es demasiado grande para ir en contra de él […] Lo único que nos queda, Lupe, es apoderarnos del famoso Partido Único”. Se lanzan así a conquistar su lugar en la historia… o eso pretenden.
Los intentos para conseguir el poder ponen en evidencia no solo el verdadero carácter de Lupe y sus aliados, sino la forma en que se luchó tanto en la Revolución como en los años posteriores, antes de que, en efecto, se “unificaran” bajo unas mismas siglas los diversos personajes que sobrevivieron a las purgas.
Ibargüengoitia no utiliza un señalamiento directo o una denuncia abierta, simplemente pone a su lector a observar desde cierto ángulo: aquel que exacerba lo absurdo de los comportamientos. La risa resulta inevitable y nos permite ver, entonces, la magnitud de la tragedia. Es así como el humor se convierte en la perspectiva más poderosa para ver la realidad.
Curiosamente –o quizá trágicamente–, aunque el relato esté basado en personajes o hechos que ocurrieron hace tantas décadas, es de gran actualidad. Queda claro que la profundidad de la mirada de Ibargüengoitia fue tal que evidenció los modos muy mexicanos de hacer política, y estos, aunque así lo deseáramos, no se han superado. Sea como sea, la lectura de Los relámpagos de agosto es hoy, más que nunca, imprescindible.
Claves biográficas de Jorge Ibargüengoitia:
• Nació en Guanajuato, Guanajuato, el 22 de enero de 1928.
• Inició la carrera de Ingeniería, pero después la dejó para estudiar arte dramático.
• Hizo la maestría en Letras en la UNAM.
• Fue becario del Centro Mexicano de Escritores (Beca Rockefeller) para estudiar teatro en Nueva York.
• Colaboró en diversas publicaciones a la largo de su vida y recibió varios reconocimientos y premios, como el Casa de las Américas (1963, 1964) y el de Novela México (1975).
• Escribió teatro, cuento, ensayo y novela.
• Murió en noviembre de 1983 en un accidente aéreo en Madrid.
El artículo "El sarcasmo irreverente de Jorge Ibargüengoitia sobre la Revolución" de la autora Rosa Luisa Guerra Vargas se publicó en Relatos e Historias en México número 129. Cómprala aquí.