El nopal

Un icono de la patria
Juan Antonio Reyes-Agüero

Junto con el maguey y el mezquite, el nopal formó el triunvirato de plantas sagradas del México prehispánico. Ellas fueron el eje de la economía cazadora-recolectora de los nómadas del altiplano mexicano.

Esa planta fue el fin del peregrinar mítico, en julio de 1325, cuando los aztecas encontraron el oráculo: el nopal sobre el que se posaba el águila agarrada con una de sus patas de una tuna. Era una tuna que simbolizaba al corazón humano obtenido en los sacrificios humanos, corazones llamados teonochtli (tuna divina) o cuauhnochtli (tuna de águila). El nopal era sagrado, cósmico, con las raíces conectaba al inframundo y con las tunas (los corazones sagrados) al cielo. La diosa otomí Acpaxapo sólo aceptaba ofrendas de flores de nopal. El tallo seco del nopal, tan impropio para usarlo como leña, se quemaba para anunciar, con su abundante humo, el inicio del Fuego Nuevo. No deja de ser curioso que el maguey tuviera su diosa en Mayahuel y no se haya identificado una deidad prehispánica del nopal.

En la vida del día a día, el nopalito se comía cocido, asado, crudo; combinado con carne de venado, guajolote o huachinango; mezclado con hueva de Axayacatl, con hormigas Azcamolli o con sus flores en ensaladas. El fruto se consumía de la planta a la boca, era convertido en miel, queso de tuna , o cerveza llamada nochoctli. Del insecto que se cría en el nopal, la cochinilla, se obtenía el color granate, que era la pintura para la piel, para la vestimenta y, probablemente, para el cabello de los Huachichiles, chichimecas de las latitudes potosinas, caracterizados por sus cabelleras púrpuras. El mucílago (la baba) era la medicina para la parturienta, combinado con grasa de insecto se usaba como crema para pies, labios y manos gastadas. Con la baba se fijaban los colores en telas y murales, se limpiaba el agua turbia, se usaba como pegamento en la argamasa para unir adobes y enlucir paredes.

En la actualidad, el nopal es parte de la diversidad biológica de México con 76 especies, que al contacto milenario con los humanos se han multiplicado, ya que por procesos de domesticación se agregaron 126 cultivares. Esa diversidad la apreciamos al andar en los mercados o por los caminos de México, desde abril hasta diciembre, principalmente entre mayo y septiembre, y la disfrutamos en sus tonalidades del verde-amarillo al rojo-púrpura, en lo jugoso de su pulpa y su dulzura o con la salivita segregada al tenor de las cáscaras ácidas del xoconostle.

La importancia del nopal fue insuficiente para ser considerado, en los tiempos de don Adolfo López Mateos, como la flor nacional (la dalia), y en los de don Álvaro Obregón, como el árbol nacional (el ahuehuete); tal vez le quede la posibilidad de tener el orgulloso título de arbusto nacional. 

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “El nopal” del autor Juan Antonio Reyes-Agüero y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 33.

 

Si deseas consultar otras entradas asociadas a este tema semanal, haz clic en la etiqueta TS Cocina mexicana, en la barra inferior.