El indulto taurino creado en 1946

Gerardo Díaz

El indulto se concede a los toros que cumplen con una serie de disposiciones durante su participación en el arenal y sobreviven a los lances del lidiador.

 

La tauromaquia condiciona mediante reglas y la subjetividad del juez muchos de los laureles otorgados a toreros y rejoneadores. En este ámbito, una corrida es habitualmente considerada buena cuando termina con el sacrificio del animal en el ruedo y el portador del traje de luces es ovacionado por el público. Pero hay casos en los que el toro es tan protagonista del duelo que la figura del indulto aparece para recompensar su casta y bravura.

Aunque no son tan frecuentes, la Plaza México dio su primer indulto en 1951, cinco años después de su creación –aunque al final el torero Luis Procuna estocó mortalmente al toro, desatendiendo al juez–, y hasta la fecha son únicamente 35 astados los que han sido privilegiados de esta manera.

Para llegar al indulto debe ocurrir una serie de hechos protagonizados por el animal y evaluados por el juez de plaza, como su comportamiento al ingresar en el ruedo, su postura frente a un caballo, no restregar la arena, no retroceder ante el torero, buscar la muleta sin desviarse, por mencionar algunos. Otros más solo son distinguibles para los doctos en la materia.

Sin embargo, muchas de las condiciones en las que llega un ejemplar al finalizar la corrida no son las óptimas y se prefiere sacrificarlo en el ruedo con honor. Por otro lado, la adrenalina, la ambición del triunfo y el éxtasis del momento hace que los toreros casi no opten por la decisión de perdonar la estocada final. Además, aun si el juez no lo dictamina, el torero puede decidir el indulto si considera que ha tenido un rival digno.

Cuando el matador y el juez de plaza coinciden en el indulto, el toro es regresado a los chiqueros ubicados detrás de la barrera, se le curan las heridas y finalmente regresa a la ganadería de origen. Ahí dejará de ser destinado para evento alguno y pasará el resto de sus días como semental, pues esta absolución también tiene en mente la preservación de los genes para originar nuevos toros de lidia con características semejantes y que quizá logren emular el tesón del sobreviviente.

La figura del indulto continúa siendo controversial en el mundo del toreo. Sin embargo, en la sociedad del siglo XXI tal vez esa situación cambie.

 

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Pelear y no morir