El atentado de noviembre de 1927, a plena luz del día, fue por mucho el más vistoso que sufrió el general sonorense. El auto Cadillac 314 en el que viajaba el expresidente hoy se exhibe en el Museo Álvaro Obregón de Huatabampo, ubicado en la que fuera casa del revolucionario.
El Cadillac color verde olivo avanza sin prisa por el bosque de Chapultepec. Con su motor de ocho cilindros, lleva a bordo al general Álvaro Obregón, así como a sus compañeros Antonio H. Orcí y Tomás Bay. Buscan hacer tiempo en lo que empieza la corrida en la plaza El Toreo de la colonia Condesa, que anuncia una jornada prometedora con el Niño de la Palma y Armillita Chico para la tarde del domingo 13 de noviembre de 1927.
De pronto, cerca del lago de Chapultepec, unos estruendos hacen sobresaltar a Obregón. Un auto Essex se ha emparejado con el Cadillac 314 y la tensión está a tope. Las bombas lanzadas fallan en su intento y luego, para rematar, los atacantes disparan, al parecer con un arma Thompson, más de diez tiros sobre el coche, tras lo cual huyen rápidamente. Los vidrios del Cadillac se han roto en pedazos que apenas hieren a Obregón y sus acompañantes, quienes, pese a todo, sobreviven al atentado dinamitero.
Uno de los autos que escoltaba al exmandatario, conducido por el chofer de Orcí, ha logrado responder a las bombas y balazos con disparos efectivos contra los agresores y consigue herir a uno de ellos, al tiempo que se lanza a su captura. Tras verificar que el general sonorense no presenta daños mayores, el otro auto que lo seguía de cerca y en el cual van los militares Juan Jaimes e Ignacio Otero, también se dirige a atrapar a los artífices del intento de asesinato.
El Essex avanza raudo por avenida Chapultepec y llega hasta el cruce con Insurgentes. La presión y la velocidad resultan una mala combinación y a pocos metros termina estrellado con otro vehículo. A los agresores no les queda otra opción que correr por Insurgentes, aunque uno de ellos va gravemente herido y no consigue llegar lejos. Otro más es capturado un poco más adelante. Sus nombres: Nahúm Lamberto Ruiz –que es llevado a un hospital para que sea atendido de urgencia debido a un balazo en la cabeza– y Juan Tirado. Con ellos será suficiente para empezar a construir el caso y dar con los culpables del atentado.
Los otros dos atacantes logran huir. De hecho, uno de ellos, que después será identificado como Luis Segura Vilchis, da por cumplida su misión, sin saber que, mientras tanto, Obregón es atendido por sus leves heridas e incluso ese mismo día telegrafía a su esposa María Tapia hasta Cajeme para avisarle que se encuentra en perfecto estado de salud. La intentona no evita que el caudillo revolucionario piense en seguir con sus planes, por lo que se alista para asistir a la corrida de toros en la Condesa. Ya en el coso, un joven se acerca a saludarlo y platica con él por breve tiempo. El general sonorense, que luce como si nada hubiera pasado, no se imagina que ese hombre afable y tranquilo que responde al nombre de Luis es uno de los que poco tiempo antes lo había intentado asesinar.
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Noviembre de 1927. El atentado dinamitero contra Álvaro Obregón