Reconocido personaje e imprescindible para las labores del hogar. Gozaba de gran confianza entre la servidumbre y las dueñas de las casas en las que entregaba el agua que transportaba. Recogía el vital líquido en las fuentes públicas que se abastecían mediante los dos acueductos de la ciudad, para luego entregarlo durante su andar por las calles, cuando alguien le solicitaba un jarrito, o en las casas, donde generalmente vaciaba el contenido de su chochocol o gran cántaro, el cual sostenía con una gruesa correa de cuero (mecapal) que colocaba en su frente. “De su cintura –relata Antonio García Cubas en su Libro de mis recuerdos– pendía un cucharón de madera, de mango largo, del cual se servía para alcanzar el agua de la fuente cuando estaba baja y llenar el cántaro [que en la foto lleva en la mano] transmitiendo el líquido al chochocol”.

Esta publicación es un fragmento del artículo “Pregoneros del ayer” del autor Guadalupe Lozada León y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 93.