Durante años, los estudiosos de este fenómeno han discutido si el nombre es el indicado o debería ser utilizado uno más cercano a rebelión o conflicto, además de dejar del lado la referencia a “castas”. Lo cierto es que este proceso iniciado en la península de Yucatán fue un enfrentamiento de enormes proporciones entre mayas orientales y sus aliados contra el gobierno estatal y federal durante más de medio siglo.
El 30 de julio de 1847 la ejecución de Manuel Antonio Ay, declarado culpable de conjuración, desató una serie de combates y asesinatos en Tepich, Quintana Roo, y sus alrededores. La milicia yucateca, comandada por oficiales como Diego de Ongay, respondió con brutalidad, saqueando y quemando la localidad.
Más que un movimiento separatista, los caciques mayas conspiraron en contra de los odiados impuestos. Entre los primeros comandantes de los insurgentes no había únicamente indígenas, sino también un número importante de personas con apellido hispano que convivían cotidianamente con los mayas de los pueblos, sembrando las mismas tierras del común y participando en las mismas fiestas religiosas. De igual forma, miles de mayas participaron a lo largo del conflicto en las filas de la milicia estatal.
Fue hasta el 4 de mayo de 1901 cuando el ejército mexicano al mando del general Ignacio A. Bravo ocupó el último bastión rebelde, Noh Cah Santa Cruz. Tras ello, se entonó el himno nacional y al día siguiente se conmemoró el aniversario de la batalla de Puebla de 1862. Así, se les pretendía recordar a los yucatecos su pertenencia a un conjunto de valores aún mayor que la lucha local. Para el gobierno federal el conflicto había terminado.
Con todo, durante la década siguiente, el ejército continuó luchando desesperadamente por establecerse y consolidar su presencia en el oriente de la península, enfrentando a los mayas que una vez más se habían dispersado al alejarse de enfrentamientos directos, escondiéndose entre cavernas y pantanos.
Los combates continuaron, pero de a poco la península se cimbró con el proceso revolucionario iniciado en 1910. Pese a todo, para muchos la guerra no ha terminado, aunque la lucha ya se da por otras vías.
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Inicia la guerra de “castas”