Ébano, la batalla por el petróleo en 1915

Gerardo Díaz

La estadounidense Huasteca Petroleum Company descubrió el campo petrolero de Ébano, que durante un tiempo fue el más productivo del país y generó miles de dólares en ganancias, por lo cual era una plaza muy codiciada durante la guerra entre las facciones revolucionarias.

 

20 de abril de 1915. Un desesperado Pancho Villa inicia una conferencia telegráfica desde su vagón particular en un tren. El destinatario es su compadre y también general de la División del Norte, Tomás Urbina. Este se encuentra estancado en un pueblo llamado Ébano, en San Luis Potosí. Ahí, las tropas del Ejército Constitucionalista se atrincheraron para evitar perder el puerto de Tampico y los campos petroleros de la región. “Urge señor general que sus fuerzas destruyan los obstáculos que el enemigo le opone y que se haga pronto la conquista de Tampico, más los campos petroleros, pues así se conseguirá quitar a Carranza los recursos del petróleo, que son muy grandes, y habrá modo de que esas tropas y estas se junten en la campaña del centro de nuestra república”.

Urbina piensa su réplica. No es fácil justificar el fracaso. Él mismo hizo mofa de la incompetencia de los jefes villistas que le precedieron en Ébano. Ni la gente de Saturnino Cedillo reventó el pueblo en diciembre de 1914 ni los 5,000 hombres de la brigada del general Manuel Chao pudieron conquistar el campo petrolero en marzo de 1915. Urbina, por su parte, atacó con todos sus muchachos, aproximadamente 7,000, desde el 2 de abril, sin mejores resultados.

Mientras tanto, desde Tampico, Venustiano Carranza continuó recibiendo enormes cantidades de suministros. Alimentos, uniformes, armas. Todo llegó a través de buques. El en apariencia aislado Ejército Constitucionalista aprovechó su dominio sobre los campos petroleros para exigir a las compañías la tributación correspondiente. Si se negaban a pagar, no tendrían ningún reparo en incendiar los pozos. Pero Villa lo comprendió a medias. Ciertamente reconoció que otorgarle el puerto a Carranza era perjudicial; sin embargo, no encabezó una campaña contra Veracruz o Tampico, ni redirigió inmediatamente toda la maquinaria bélica de la División del Norte para tomar dicha plaza. En su lugar, encomendó la tarea a uno de sus hombres más fieles, pero este llevaba prácticamente un mes sin resultados.

Finalmente, un Urbina resignado le dice a su telegrafista que envíe lo siguiente: “Yo le prometo, señor general Villa, que estamos aquí desangrándonos y muriéndonos en el cumplimiento del deber. Tienen estas tropas carrancistas, del mando de Pablo González y Jacinto B. Treviño, cañones muy bien dispuestos… Nomás esto le ruego señor general: que, si del norte puede venir a reforzarme alguna gente, que venga, y que si puede usted mandarme algunas municiones, que me las mande, y que si puede darme algún consejo, que me lo dé”.

El fracaso de Urbina fue atronador y, a partir de ese momento, Villa se distanció de su compadre. No solo eso, sino que movió a los hombres de él a las batallas del Bajío. Mientras tanto, el dinero que producía el petróleo abasteció al general constitucionalista Álvaro Obregón de armas y municiones. Y con ellas barrería a la División del Norte en el mismo 1915.

 

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