En el Norte se dice que es más fácil tocarlo que cargarlo. Lo cierto es que sin tololoche la música norteña no tiene sabor. Tololoche, dicen algunos, proviene del nahuatl, tololik, y otros, que del maya tololoch, o algo así. Comenzó a construirse en el siglo XIX y la movilidad social lo puso en todo el país. Acompañó a los trovadores yucatecos con gran éxito; ahora se le encuentra en su ambiente natural: las cantinas del Norte donde merodea junto al acordeón, la tarola y el bajo sexto (guitarra de doce cuerdas agrupadas en pares). Este contra-bajo no tiene pierde: se parece a un contra-bajo europeo, es de cuatro cuerdas, se toca sin arco, y las cuerdas se chicotean para producir el bajo. Y cuando el ejecutante se da vuelo, lo hace bailar, lo monta y golpea su caja con la palma de la mano, para reforzar las percusiones. No se fabrica en lauderías afamadas, pero su construcción requiere las habilidades del ebanista y sobre todo el amor a la polka y la redoba. “Suénenle con fe al bailazo / agarre bailadora / cójala del brazo;// rodéllele la cintura / saque polvareda / con el taconazo. Júntese cara a cara / y si trae pistola / saque el espinazo...”
“De peso completo” del autor Alberto Sánchez Hernández y se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, núm. 2.