Una de las barricadas de los defensores de París, en abril de 1871, se levantó en la rue Puebla, así llamada durante el gobierno de Napoléon III por el triunfo del general Forey frente al ejército de González Ortega en 1863. Pocos años después, esta calle, una de las más largas de la Ciudad de la Luz, cambió su nombre por el de rue des Pyrénées.
Los ejércitos prusianos sitiaron la capital de Francia en septiembre de 1870, y privados de suministros, los dos millones de parisinos se organizaron para subsistir y resistir. En enero, la ciudad fue bombardeada y en Versalles, el 18 de enero, Guillermo I se coronó emperador del Segundo Reich. El Gobierno de Defensa Nacional, temeroso del pueblo parisino armado, en lugar de cumplir su promesa prefirió la traición: firmó el armisticio con los alemanes, accedió a pagarles cinco mil millones de francos en oro y les entregó los territorios de Alsacia y Lorena, donde un millón y medio de habitantes fueron sometidos a la germanización, lingüística, educativa y económica.
En febrero de 1871, el jefe del Ejecutivo francés, Adolfo Thiers, decretó el desarme de la Guardia Nacional y, en su intento por desmontar los cuatrocientos cañones de Montmartre, Belleville y sus cercanías –que habían sido comprados por cooperación popular, promovida también por Victor Hugo–, para cubrir las barricadas frente a los prusianos , provocó el estallido de la insurrección parisina, el 18 de marzo. El gobierno de Thiers huyó a Versalles, antigua capital de la monarquía, y solicitó a los prusianos la liberación de los miles de soldados presos en Sedán, así como armas para combatir al pueblo de París.
Con la insurrección, el gobierno provisional fue desconocido y de inmediato se realizaron elecciones para formar un nuevo gobierno de resistencia. Fue llamado Comuna de París. En cascada aparecieron “comunas” en Lyon, Saint-Étienne, Marsella y Toulouse, pero como muy pronto fueron aplastadas, la de París tuvo que enfrentar sola a los invasores alemanes y a las tropas del gobierno francés de Versalles. La ciudad se encontró aislada y sitiada. Al igual que en las revoluciones de 1830 y 1848, los parisinos alzaron novecientas barricadas; algunas, verdaderas fortificaciones protegidas con cañones.
Con estos antecedentes se explica la decisión del decreto votado en el Ayuntamiento, y la animosidad del pueblo contra el símbolo del poder bonapartista: “Considerando que la columna imperial de la Plaza Vendôme es un monumento de barbarie, un símbolo de fuerza bruta y de falsa gloria, una afirmación del militarismo, una negación del derecho internacional, un insulto permanente de los vencedores hacia los vencidos, y un atentado perpetuo a uno de los grandes principios de la República francesa, la fraternidad, decreta: Artículo único. La Columna Vendôme será demolida”.
La Columna, sobre la rue de la Paix que conecta la Ópera con las Tullerías, debía derribarse el 5 de mayo, aniversario de la muerte de Napoleón I; pero por problemas técnicos se llevó a cabo el 16 de ese mes. Aquel día, a las dos de la tarde, la multitud ocupó las calles alrededor, las tiendas fueron cerradas y las ventanas protegidas. Los curiosos, desde los tejados, escuchaban La Marsellesa entonada por la orquesta de la Guardia Nacional.
A las cinco de la tarde, los trabajadores terminaron el andamio y fijaron tres cuerdas en su parte superior. El ingeniero contratado había serrado la columna horizontalmente, un poco más arriba del pedestal. Un corte oblicuo haría caer la columna de 44 metros sobre un lecho de leña, arena y estiércol, amontonado en la Rue de la Paix. Las cuerdas se tensaron. La audiencia contuvo la respiración y la enorme columna se tambaleó. Se rompió en tres pedazos y el César napoleónico, cargado de victorias, manoteó en vano y azotó contra los adoquines. Cuando la nube de polvo se aclaró, solo quedaba la base. De millares de pechos brotó una aclamación, como surgida de un pueblo liberado.
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Las razones de los parisinos para derribar la Columna Vendôme en 1871